El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 12 de julio de 2023

Despidiendo a Yang



Dirección: Kogonada.

Guión: Kogonada (Historia: Alexander Weinstein).

Música: Aska Matsumiya.

Fotografía: Benjamin Loeb.

Reparto: Colin Farrell, Jodie Turner-Smith, Justin H. Min, Malea Emma Tjandrawidjaja, Ritchie Coster, Sarita Choudhury.

Yang (Justin H. Min) es un androide que Jake (Colin Farrell) y Kyra (Jodie Turner-Smith) compraron para que ayudara a su hija adoptiva Mika (Malea Emma Tjandrawidjaja) y es ya uno más de la familia. Sin embargo, un día deja de funcionar y Jake buscará la manera de repararlo.

Despidiendo a Yang (2021) vuelve a confirmarme dos cosas relacionadas con el cine actual. La primera, que en general no entiendo a los críticos profesionales, y cada vez menos. Las valoraciones de esta película son magníficas y para mí ha sido una de las cintas más aburridas que he visto en mi vida.

La segunda, que el cine contemporáneo, bajo una estética muy elaborada, oculta un vacío de ideas alarmante. Despidiendo a Yang, con su apariencia filosófica y reflexiva, es un film sin ideas o quizá las que quiere mostrar el director se pierden en un estudiado y pedante planteamiento, frío y repetitivo.

La idea es mostrarnos un futuro donde los androides se han especializado para cumplir con eficacia tareas específicas. En este caso, Yang debe procurar que Mika conozca sus raíces asiáticas. Pero la integración de Yang con la familia va más allá y se convierte en un miembro más, un hermano para Mika, que siente un afecto especial hacia él y viceversa.

Kogonada también hace alusión a que las compañías que crean esos productos pueden utilizarlos para espiar a los humanos. Sin duda, una idea realmente con poca fuerza, pues no hace falta irse al futuro para encontrarnos situaciones semejantes a diario, por lo que es un detalle realmente irrelevante y al que tampoco se da mucho recorrido en la cinta, quedando casi como una anécdota.

Donde se supone que deberíamos encontrar las reflexiones más interesantes y algo de emoción es en el vacío que deja Yang en la familia, obligando a los padres de Mika a asumir su rol de progenitores con más decisión, pues parece que habían descargado gran parte de sus responsabilidades en el androide.

Otro tema que se toca también es la relación que Yang tenía con una joven y de la que la familia no tenía conocimientos. Tampoco es que el tema de para mucho, simplemente añade otro personaje que experimenta el dolor por la pérdida de su amigo. 

El gran inconveniente de Despidiendo a Yang es la frialdad con que todos estos temas están expuestos,  con una puesta en escena reducida a lo mínimo, una cámara estática y lejana que no saca lo mejor de cada secuencia y un desarrollo tan lento que produce verdadero aburrimiento, sobre todo porque es una historia donde no pasa absolutamente nada y donde los diálogos resultan anodinos y repetitivos, dando vueltas sobre temas similares sin nada nuevo que ofrecer. El mejor ejemplo lo tenemos en las conversaciones de Jake y Kyra que giran siempre sobre su implicación en la educación de su hija y se deslizan con una lentitud exasperante.

No dudo de las buenas intenciones del director, pero sinceramente, hace falta algo más para emocionar, una historia debe tener fuerza, sentido y profundidad y a Despidiendo a Yang le falta todo eso. Al final, me quedé con la impresión de un autor pretencioso y falso, más empeñado en mirarse el ombligo que en contarnos algo interesante. 

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