El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 22 de julio de 2023

Nada más que la verdad



Dirección: Rod Lurie.

Guión: Rod Lurie.

Música: Larry Groupé.

Fotografía: Alik Sakharov.

Reparto: Kate Beckinsale, Matt Dillon, Angela Bassett, Alan Alda, Vera Farmiga, , David Schwimmer, Courtney B. Vance, Noah Wyle. 

En un artículo, la periodista Rachel Armstrong (Kate Beckinsale) desvela la identidad de una agente encubierta de la CIA. El gobierno decide obligarla a revelar la identidad de su informador o, de lo contrario, podría ir a prisión por un delito de traición.

Nada más que la verdad (2008) plantea un interesante dilema: si es necesario proteger las fuentes de la prensa para garantizar su independencia y la posibilidad de investigar sobre cualquier asunto o si el estado debería poder poner ciertas limitaciones a esa libertad, como poder exigir que se desvele la identidad de todo aquel que con sus revelaciones pueda ser considerado un traidor que pone en peligro la seguridad nacional.

En la escena más interesante de la cinta, el abogado defensor de Rachel, Albert Burnside (Alan Alda), hace un discurso esclarecedor del peligro que supone que un gobierno pueda encarcelar a periodistas por hacer su trabajo. Evidentemente, estaríamos hablando de regímenes no muy democráticos. Pero lo interesante es que la película está basada en hechos reales, con lo que se pone en entredicho muy seriamente el poder del gobierno de los Estados Unidos y su supuesta democracia ejemplar.

Muy hábilmente, además, la película desvela al final el gran misterio que Rachel ha ocultado a jueces y fiscales y que le va a costar nada menos que casi tres años de cárcel: quién fue la persona que le desveló que Erica Van Donen (Vera Farmiga) trabajaba para la CIA. Y el descubrimiento será realmente sorprendente y muy revelador.

Sin embargo, a pesar de lo apasionante que pueda ser el debate planteado, creo que tanto el guión como la dirección a cargo de Rod Lurie no logran sacar partido a la fuerza del argumento. Es más, creo que Rod Lurie hace un mal trabajo en ambos apartados, como director y guionista, desaprovechando las posibilidades de la historia.

Para empezar, lo importante en un tema como este no es mostrar al detalle el hilo de los acontecimientos, paso por paso, como demuestra el hecho de que un film tan interesante termine por hacerse demasiado largo, pues Lurie se dedica a presentar un sinfín de momentos sin trascendencia y la fuerza del mensaje termina por diluirse.

Por lo tanto, la clave habría estado en la intensidad de los momentos elegidos, no en la cantidad. Pero además, su labor como director es torpe, con abuso de primeros planos que parecen pretender resaltar su trabajo tras la cámara, pero que no son los más adecuados, sobre todo porque en este tipo de historias, la fuerza debe recaer en lo que se cuenta y no en cómo se cuenta. Con su afán de protagonismo, el director entorpece precisamente su labor principal: contarnos una historia que nos apasione, que nos remueva en los asientos, y la verdad es que pocas veces consigue crear una verdadera tensión en la pantalla.

En cuanto al reparto, creo que funciona bastante bien. Kate Beckinsale, aunque no me parece una excelente actriz, realiza un trabajo solvente, lo mismo que el veterano Alan Alda. Matt Dillon, bastante más contenido que otras veces, y Vera Farmiga, si bien su papel es más corto y no tiene muchas oportunidades de demostrar su talento, tampoco desentonan y no se puede achacar la falta de intensidad del relato a sus interpretaciones.

Nada más que la verdad es una película interesante por la veracidad de lo narrado, pero sus defectos acaban por ensombrecer el conjunto.

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