Dirección: Christian Nyby.
Guión: Charles Lederer (Historia: John W. Campbell, Jr.).
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Russell Harlan (B$W).
Reparto: Margaret Sheridan, Kenneth Tobey, Robert Cornthwaite, Douglas Spencer, James Young, Dewey Martin, Robert Nichols, William Self, Eduard Franz, Sally Creighton, James Arness.
Cuando una expedición científica en el Polo Norte detecta la caída de un aparato cerca de su base, las autoridades envían a un grupo de la fuerza aérea a investigar.
El enigma de otro mundo (1951) abre una década realmente rica en películas de ciencia ficción. Dicen los expertos que este auge estuvo motivado por dos factores: los grandes avances científicos que tuvieron lugar al amparo de la Segunda Guerra Mundial y la tensión creciente con la URSS que provocaría la Guerra Fría.
En todo caso, en aquellos años se sentaron las bases de lo que sería el género, con títulos tan memorables como Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951), La humanidad en peligro (Gordon Douglas, 1954), Planeta prohibido (Fred M. Wilcox, 1956), La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), El increíble hombre menguante (Jack Arnold, 1957) o La mosca (Kurt Neumann, 1958).
El enigma de otro mundo no deja de ser un film de serie B, como la mayoría de sus congéneres, pues la ciencia ficción era considerado un género menor por entonces. Y esa escasez de medios se percibe especialmente en el reparto, sin grandes nombres y con algunos actores exhibiendo un nivel algo pobre. Sin embargo, creo que este es el único defecto importante de la película, pues todo lo demás es de un nivel en general notable.
El grado de tensión generado con la llegada del extraterrestre y los humanos encerrados en la base, con medios limitados frente a un enemigo más fuerte, es realmente bueno y anticipa otras películas que siguen el mismo esquema como Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979).
Además, el guión plantea un interesante dilema: el punto de vista científico (he incluso de los altos mandos militares) de proteger al intruso por todos los conocimientos que se podrían obtener de él frente al lógico deseo de supervivencia que lleva al capitán Hendry (Kenneth Tobey) a buscar la manera de acabar con el enemigo antes que éste los extermine a todos. Y de nuevo en este punto volvemos a ver las similitudes que presenta con Alien, el octavo pasajero, donde también la vida de la tripulación era sacrificable con tal de proteger al alíen.
En clave política, la lectura que se puede hacer es la del extraterrestre que se alimenta de la sangre de los humanos como una imagen de la URSS, donde el individuo se sacrifica por el bien colectivo.
Sea cual sea el punto de vista que queramos ver en este planteamiento, está claro que se vuelve a presentar a la ciencia, como solía suceder en muchas obras del género, como realmente peligrosa en su desmedida ansia de conocimientos, algo que entronca con la Biblia y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. Aquí, el doctor Carrington (Robert Cornthwaite) no duda en considerar que la muerte de los humanos estaría justificada por el bien de la ciencia. Aunque curiosamente, hemos de reconocer que es también gracias a los conocimientos científicos que se logra al fin la fórmula para derrotar al invasor.
Además, el director Christian Nyby, aunque algunos creen que el verdadero artífice de la película es Howard Hawks, se centra básicamente en lo fundamental con lo que la película, en cuanto aparece el extraterrestre, adquiere un dinamismo magnífico, sin dejar que se pierda ni un minuto en cualquier cosa que nos distraiga de la acción y la tensión creadas por el visitante. Incluso con los medios modestos de la época y el presupuesto, el resultado en cuanto a puesta en escena es muy bueno, especialmente el momento en que se acaba con el monstruo que, en cuanto a su aspecto, no deja de recordar a Frankenstein.
Es evidente que, a pesar de sus méritos, El enigma de otro mundo sigue siendo un film modesto, lo que se hace realmente evidente con la inevitable comparación con Alien, el octavo pasajero, donde la tensión y el peligro estaban mucho mejor resueltos. Sin embargo, teniendo en cuenta el año de realización y los medios empleados, no podemos dejar de alabar las innegables virtudes de la cinta, cuya eficacia está muy por encima de su presupuesto, lo que habla magníficamente del trabajo de todos los implicados en el proyecto.
En 1982, John Carpenter hizo un remake de esta película titulado La cosa.
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