Dirección: Richard Quine.
Guión: Roy Huggins (Historias: Thomas Walsh y William S. Ballinger).
Música: Arthur Morton.
Fotografía: Lester H. White (B&W).
Reparto: Fred MacMurray, Phil Carey, Kim Novak, Dorothy Malone, E. G. Marshall, Allen Nourse, Paul Richards, Phil Chambers.
Tras un atraco a un banco en el que resulta muerto un hombre, el policía Paul Sheridan (Fred MacMurray) intentará seducir a Lona (Kim Novak), la novia del jefe de los atracadores, para intentar atraparlo.
La casa número 322 (1954) tiene, entre otros alicientes, contemplar el debut de Kim Novak en la gran pantalla. No es que sea una actriz que me guste especialmente, ni tampoco su carrera fue muy espectacular, pero hay que reconocer que en esta cinta resulta una mujer fatal muy atractiva y explica con su sola presencia que el policía encargado de vigilarla sucumbiera a sus insinuaciones.
Este policía es Fred MacMurray que repite el rol de hombre honesto que se deja corromper por una mujer malvada, como habíamos disfrutado en la genial Perdición (Billy Wilder, 1944).
Desde este punto de vista, la película no posee un argumento especialmente original, incluso algunos detalles pueden parecer algo forzados, pero sí que cuenta con todos los elementos y alicientes del mejor cine negro, bastante bien explotados por Richard Quine al que, sin embargo, se le puede reprochar que en algunos momentos su discurso se vuelva algo repetitivo y le falte un poco de dinamismo.
Pero en el tema de la tensión por ver si Paul y Lona se salen con la suya, aún a sabiendas de que no lo lograrán, sí que la cinta es contundente, manejando bien los tiempos. Con la necesidad de Paul de engañar a sus compañeros y eludir a Ann (Dorothy Malone), la vecina que lo ha visto en el apartamento de Lona, el relato consigue mantenernos expectantes, con una tensión que va en aumento a medida que las casualidades y la mala suerte se van conjurando en contra de Paul. Es curioso, pero por empatía llega un momento en que desearíamos que se saliera con la suya, a pesar de reconocer que su comportamiento es del todo inaceptable, y más cuando mata a su compañero Paddy (Allen Nourse).
Más allá de la historia meramente policial, La casa número 322 tiene el gran acierto de amenizar la tediosa vigilancia del piso de Lona por parte de la policía con la presencia de la enfermera Ann, creándose una bonita historia paralela con el progresivo interés del policía Rick (Phil Carey) hacia ella. Es precisamente el desencanto y desconfianza iniciales de Rick hacia las mujeres que ha conocido en su trabajo como policía, lo que le confiere a su enamoramiento a distancia un toque realmente tierno y además ayuda a aligerar la rutina de la repetición de las escenas de vigilancia. Sin duda, un elemento muy ingenioso y que al final resulta el más interesante, pues el resto de los protagonistas no alcanzan una gran profundidad humana, limitándose el guión a perfilar sus datos más elementales.
La casa número 322, fiel a la tradición del cine negro, es un relato triste sobre la fragilidad del ser humano, presa de sus vicios y sus necesidades menos nobles, como la pasión amorosa o la avaricia. Un relato sobre la corrupción que, lógicamente, no puede terminar bien.
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