Dirección: Bill Condon.
Guión: Jeffrey Hatcher (Novela: Nicholas Searle).
Música: Carter Burwell.
Fotografía: Tobias Schliessler.
Reparto: Ian McKellen, Helen Mirren, Russell Tovey, Jim Carter, Mark Lewis Jones, Laurie Davidson, Lucian Msamati, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Aleksandar Jovanovic.
Roy (Ian McKellen) y Betty (Helen Mirren) se conocen en una web de citas y tras un primer encuentro muy prometedor comienzan una relación de amistad. Lo que Betty ignora es que Roy es un estafador profesional que va detrás de su dinero.
El hecho de que La gran mentira (2019) esté basada en un best seller ya debería ponernos en guardia sobre sus supuestas virtudes; muchas veces los libros que tienen un éxito rotundo entre el gran público revelan así su cuestionable calidad.
En La gran mentira todo está cogido con alfileres. Desde una trama que bordea lo imposible hasta la elección de los protagonistas, demasiado mayores para el papel, pero entiendo que importantes para darle un atractivo a la cinta, con la presencia de dos figuras de la talla de Helen Mirren e Ian McKellen.
Que todo esté supeditado a la sorpresa que encierra el argumento convierte a la película en algo frágil y superficial. Supone jugárselo todo a una carta y si esta no es un as, el resultado será decepcionante.
Porque el juego que propone Bill Condon reduce todo al mínimo. Los personajes no tienen profundidad ni demasiado interés, porque la historia no se preocupa por ellos, más allá de lo evidente: que Roy es un estafador sin escrúpulos y que Betty esconde algo. Porque aunque el guión intente sorprendernos en el tramo final, se adivina fácilmente que la historia no es tan sencilla como aparenta. De este modo, estamos durante toda la película esperando la revelación final, pues es evidente que la maldad con la que es presentado Roy tendrá su justo castigo. Este tipo de argumentos son de una moralidad cristalina, de ahí que la eficacia de su juego esté realmente muy comprometida en cuanto descubrimos sus intenciones edificantes y justicieras.
Lo que evidentemente resulta imposible de adivinar es la retorcida historia que hunde sus raíces en la Segunda Guerra Mundial. El problema es que no solamente no podríamos adivinar algo parecido, sino que este giro es tan rebuscado que nos cuesta demasiado creerlo. Así que el juego planteado por el director termina por estallarle en las narices. Incluso la manera de desvelarlo, el castigo de Roy a manos de sus víctimas y el epílogo resultan tan ridículos como innecesarios.
Está claro que en cuanto a los medios empleados y sus buenos resultados no podemos poner pega alguna. Incluso la pareja de actores principales resulta impecable, aún cuando sigo creyendo que habría sido mucho más sensato emplear intérpretes más jóvenes. Pero una cuidada presentación no puede suplir la sensación de que La gran mentira es una historia vacía, manipuladora, falsa y nada gratificante.
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