El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 7 de agosto de 2023

El beso de la muerte



Dirección: Edwin L. Marin.

Guión: Gordon Kahn y Barry Barringer (Novela: Madelon St. Dennis).

Música: Arthur Lange.

Fotografía: Norbert Brodine (B&W).

Reparto: David Manners, Adrienne Ames, Bela Lugosi, John Wray, Vince Barnett, Alexander Carr, Edward Van Sloan, Harold Minjir, Barbara Bedford, Al Hill, Harold Waldridge, Wade Boteler.

Durante el rodaje de una película, el actor principal muere asesinado y las sospechas recaen sobre su ex mujer, la también actriz Marcia Lane (Adrienne Ames). Su novio, el guionista Franklyn Drew (Davis Manners) intentará encontrar al verdadero asesino. 

El beso de la muerte (1932) es un modesto film de intriga de cuando el cine sonoro daba sus primeros pasos y eso es más que evidente en una puesta en escena muy básica a cargo de Edwin L. Martin, que debutaba con esta cinta y cuyo estilo claramente eran muy elemental, con predominio de una cámara fija y los actores desfilando como en un teatro. Tampoco los decorados denotan un gran nivel y sin embargo, dentro de su modestia, la película funciona mucho mejor que otras posteriores menos sinceras y directas.

Porque la clave de El beso de la muerte es que no juega con el espectador, no intenta sorprendernos con giros raros o una trama compleja. Es sencilla, honesta en su planteamiento y con ello ha ganado ya una primera batalla muy importante.

La trama gira en torno a las investigaciones del guionista Franklyn Drew, que demuestra una inteligencia muy superior a los policías encargados del caso, bastante torpes y constantemente precipitándose en sus conclusiones, con lo que cada vez meten la pata.

La intriga no es para nada rebuscada y las pistas que va encontrando Franklyn no son especialmente difíciles de encontrar, pero funcionan porque están ahí puestas con todo el sentido y la intención del mundo y las averiguaciones del guionista se sostienen. 

El guión no se entretiene mucho con nada que no tenga que ver con la investigación de Franklyn, dejando en un muy segundo plano su romance con Marcia, que solo está insinuado un poco para justificar que su novio se implique en el caso.

Otro acierto nada desdeñable es que el final guarda completamente la coherencia con el desarrollo. Se mantiene eficazmente la incógnita de quién es el asesino pero de una manera lógica, para mantenernos intrigados, pero sin afán de engaños o sorpresas idiotas. Podría ser cualquiera entre tres o cuatro sospechosos, pero el culpable encaja con el relato y la escena final, cuando es perseguido por la policía, vuelve a estar muy bien ejecutada dentro de la modestia general de la cinta.

Tal vez sea en el reparto, con nombres que no tuvieron una exitosa carrera en el cine, salvo Bela Lugosi, donde más se vuelva a evidenciar la modestia de la producción, pero en todo caso los actores cumplen sin notas negativas y por aquí tampoco hay nada serio que objetar.

El beso de la muerte es por lo tanto un entretenimiento sin mucho lujo, pero sensato, directo y eficaz. Un film hecho con cabeza que nos deja más que satisfechos del resultado.

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