El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 6 de agosto de 2023

Una vida marcada



Dirección: Robert Siodmak.

Guión: Richard Murphy (Novela: Henry Edward Helseth).

Música: Alfred Newman.

Fotografía: Lloyd Ahern (B&W).

Reparto: Victor Mature, Richard Conte, Fred Clark, Shelley Winters, Betty Garde, Berry Kroeger, Tommy Cook, Debra Paget, Hope Emerson, Roland Winters, Walter Baldwin. 

Gravemente herido tras matar a un policía, Martin Rome (Richard Conte) se recupera de sus heridas en espera de ser juzgado. Sin embargo, conseguirá fugarse; pero el teniente Candella (Victor Mature), amigo en la infancia de Rome, no descansará en su intento de apresarlo de nuevo.

Una vida marcada (1948) tiene un marcado sentido moralista, con dos amigos de un barrio pobre que han elegido de adultos caminos diferentes. Mientras Martin ha preferido el camino fácil de la delincuencia para tener dinero y escapar de la pobreza, Vittorio Candela se ha hecho policía. Y como más tarde le reprochará a Martin, su infancia no es excusa para ser lo que es: un asesino egoísta y despiadado.

Y esta es la clave de Una vida marcada, el mostrar los dos caminos diferentes, enfrentar al bien y el mal sin tapujos. Y la labor de Robert Siodmak es admirable en este ejercicio, con una puesta en escena eficaz, donde sabe potenciar los momentos de tensión, como la fuga de la cárcel de Martin, con una economía de medios admirable.

Ademas, Siodmak es preciso a la hora de contar la historia, sin dejarse llevar por sensiblerías o dramatismos teatrales. La fuerza está en el relato, en los actos de Martin, siempre buscando su propio beneficio sin preocuparse por los demás, salvo quizás por su novia Teena (Debra Paget), aunque finalmente es evidente que lo único que le preocupa es tenerla a su lado, sin importarle arrastrarla a una vida de huidas constantes y delincuencia.

En contraste con Martin, el teniente Candella es un hombre comprensivo, sabe hacer su trabajo pero sin ensañarse con nadie, minimizando daños, intentando ayudar en lo posible, como al hermano pequeño de Martin, Tony (Tommy Cook), para que no siga los pasos de su hermano, al que parece tener idealizado.

A pesar de este tono moralizador, la película nunca se convierte en un sermón, porque el discurso es totalmente convincente, incluso llegando a veces a una naturalidad tal que nos olvidamos que se trata de ficción.

El reparto, además, me parece admirable. Empezando por Victor Mature, un actor que me siempre me ha gustado, a pesar de su rostro seco, un tanto inexpresivo. Pero ello no quiere decir que no trabajara bien y esa economía expresiva era precisamente la que le daba la fuerza a sus personajes. Aquellos que no lo conozcan bien, les invito a verlo en Pasión de los fuertes (John Ford, 1946), donde encarnaba a "Doc" Holliday, quizá su mejor trabajo.

Richard Conte está también perfecto en su papel de villano sin escrúpulos, que intenta justificarse ante su familia pero sin éxito, porque ni el mismo cree sus mentiras. Completan el reparto la genial Hope Emerson y una jovencísima Debra Paget, que debutaba con esta película y que entonces tenía solamente quince años, pero ya deslumbraba con su belleza.

Sin duda, Una vida marcada es un magnífico ejemplo de una historia con fuerza merced a su sólido guión y el trabajo firme de Robert Siodmak y la prueba de que no hacen falta grandes alardes para lograr buenas historias.

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