Dirección: Jonathan Kaplan.
Guión: Lewis Colick.
Música: James Horner.
Fotografía: Jamie Anderson.
Reparto: Kurt Russell, Ray Liotta, Madeleine Stowe, Roger E. Mosley, Ken Lerner, Deborah Offner, Carmen Argenziano, Andy Romano, Johnny Ray McGhee, Dino Anello.
Después de que un ladrón entrara en su casa, Michael (Kurt Russell) y Karen Carr (Madeleine Stowe) explican a los agentes Cole (Roger E. Mosley) y Pete Davis (Ray Liotta) lo sucedido y el miedo que han pasado. El agente Davis se mostrará especialmente interesado en ayudarles en lo que necesiten.
El argumento de Falsa seducción (1992) lo hemos visto cientos de veces, lo que creo que se puede explicar porque es de ese tipo de historias que prácticamente se escriben solas, proporcionan una estimable dosis de tensión y son de consumo fácil y de alguna manera agradecido, siempre que nos contentemos con un esquema muy estereotipado.
Porque la historia de un psicópata que se obsesiona con su víctima la sabemos de memoria. Aquí se trata de un agente de policía, lo que es aún más inquietante, pero en otras ocasiones se trataba de una amante, Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987), uno de los mejores ejemplos del género, y hasta de la niñera, La mano que mece la cuna (Curtis Hanson, 1992).
Lo curioso es que teniendo todas estas películas un corte realmente similar, incluso en los pequeños giros argumentales y sorpresas de última hora, el público parece que sigue interesado en este tipo de cintas, tal vez por el atractivo del peligro que ofrecen acosando a inocentes y la satisfacción final de superar el peligro y salir airosos. Supongo que es un esquema parecido a cuentos y juegos infantiles y tiene mucho que ver con la naturaleza humana.
En todo caso, si nos centramos en Falsa seducción hay que admitir que el guión es de una simpleza absoluta, sin el más mínimo intento de salirse de los caminos más trillados. No hay interés por ser originales ni tampoco por profundizar en los personajes. Es todo un juego muy elemental y en cierto sentido es de agradecer, porque intentar darle algo de trascendencia a un guión así podría haber resultado hasta absurdo.
Lo mejor de la cinta reside sin duda en el reparto. Kurt Russell es un actor que me gusta bastante, aún reconociendo sus limitaciones, y Ray Liotta en el papel del policía chiflado resulta muy convincente. Por último, contamos con la atractiva Madeleine Stowe, en aquella época muy solicitada por su fotogénica presencia.
Todo lo demás es rutinario y muy predecible. No hay realmente sorpresas y siempre vamos un paso por delante del relato, lo que sin duda resta mucha emoción a la historia. Y sin embargo, ya sea por la correcta puesta en escena o por la atracción que podemos sentir por el peligro, la cinta funciona correctamente como pasatiempo, en parte por su sencillez, que evita distracciones, y también porque los momentos de tensión están muy bien presentados, aún siendo del todo predecibles.
En resumen, un pasatiempo sin complicaciones que no nos aporta realmente nada nuevo, es de esos productos de consumo correctos pero intrascendentes.
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