El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de agosto de 2023

Jack, el destripador



Dirección: John Brahm.

Guión: Barré Lyndon (Novela: Marie Belloc Lowndes).

Música: Hugo W. Friedhofer.

Fotografía: Lucien Ballard (B&W).

Reparto: Merle Oberon, George Sanders, Laird Cregar, Cedric Hardwicke, Sara Allgood, Aubrey Mather, Queenie Leonard, Doris Lloyd, David Clyde, Helena Pickard.

A finales del siglo XIX, en el barrio de White Chapel de Londres, comienzan a producirse una serie de asesinatos de mujeres relacionadas con el mundo del espectáculo.

Adaptando una novela de Marie Belloc Lowndes, que le había servido ya a Alfred Hitchcock para rodar el film mudo El enemigo de las rubias (1926), John Brahm nos sirve una historia dura, sombría y perturbadora.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que Jack, el destripador es una película de 1944, por lo que el impacto que puede causarnos hoy en día es muy diferente, lógicamente, que el que tendría sobre los espectadores en su estreno. Por eso, no es una película que vaya a asustarnos especialmente. Incluso, como era habitual en los años de su producción, los asesinatos no se mostraban directamente, sino por medio de elipsis, algunas muy logradas, como la de mujer asesinada en su casa, donde el director nos muestra su reacción en un plano frontal que termina justo cuando el asesino acaba con ella. Es curioso incluso que en el primer asesinato vemos un líquido empapando el empedrado, se podría pensar en la sangre de la mujer muerta, pero es solo el líquido derramado de una botella. Hasta en eso el cine de entonces era muy delicado hacia el espectador.

Sin embargo, el clima de tensión se consigue a base de un Londres nocturno en penumbra, con profundas sombras, callejones y la eterna niebla cubriendo las calles. Además, el director recrea muy bien el miedo que se va extendiendo por las calles ante la incesante aparición de nuevas víctimas con una sensación de indefensión y peligro constantes.

Desde muy pronto es presentado el asesino, Slade (Laird Cregar), aunque el guión mantiene las dudas sobre él hasta bien entrada la película. Pero poco a poco se van poniendo pistas sobre la mesa, como el rechazo que le producen los cuadros con hermosas mujeres de su habitación, por ejemplo. Pero para no desvelar el misterio muy pronto, los anfitriones del señor Slade, el asesino, encuentran siempre una explicación para calmar sus sospechas y de paso sembrar dudas en los espectadores. 

John Brahm consigue darle un toque realmente original y efectivo al relato en especial con la manera de mostrarnos a Slade, siempre misterioso, apoyándose en encuadres forzados, sobre todo en la magnífica escena de su persecución por el teatro, con algunos primeros planos poderosos del asesino, a lo que ayudó mucho el gran trabajo de Laird Cregar, que puede parecer algo exagerado en algún momento, pero que refleja con precisión su mentalidad perturbada. Y es que más allá de la repulsa que pueda producirnos, Slade es un hombre atormentado, mentalmente perturbado y decididamente frágil. No nos apiadamos de él, pero en cierto sentido es un enfermo más que un hombre malvado.

Quizá donde el guión no se muestra tan preciso es en los diálogos, que no me resultaron especialmente inspirados. Lo mismo que el romance entre la hermosa Kitty, la sobrina de los anfitriones de Slade, y el inspector Warwick (George Sanders), que es presentado sin mucha profundidad y no termina de resultar demasiado convincente, quedando como un añadido con muy poca importancia dramática.

Con sus aciertos y sus limitaciones, Jack, el destripador tiene la belleza de esos films clásicos sencillos en el planteamiento pero con personalidad, capaces de armar un relato directo y eficaz, libre de adornos pero contundente en cuanto a su eficacia de cara a los espectadores, especialmente los de 1944. 

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