Dirección: John Berry.
Guión: Hugo Butler y Guy Endore (Novela: Sam Ross).
Música: Franz Waxman.
Fotografía: James Wong Howe (B&W).
Reparto: John Garfield, Shelley Winters, Wallace Ford, Selena Royle, Gladys George, Norman Lloyd, Bobby Hyatt.
Tras un robo que sale mal, matando a un policía, Nick Robey (John Garfield) se refugia en el apartamento de Peg (Shelley Winters), una joven a la acaba de conocer.
Última película de John Garfield, apartado del cine por el Comité de Actividades Antiamericanas, pues moriría al año siguiente de rodar esta cinta, Yo amé a un asesino (1951) demuestra cómo es posible hacer una buena película sin necesidad de grandes medios ni grandes argumentos. Solo es cuestión de talento.
Porque la historia de Yo amé a un asesino es muy sencilla: las tensiones que se producen cuando Nick, huyendo de la policía, se refugia en casa de la joven Peg, a la que acaba de conocer en una piscina pública. Casi toda la película pues transcurre entre las cuatro paredes del apartamento de los padres de Peg, pero los guionistas, entre los que figura Dalton Trumbo, sin acreditar por los problemas con el citado Comité de Actividades Antiamericanas, apareciendo en su lugar Guy Endore, logran con tan poco crear un complejo entramado de relaciones entre las cinco personas encerradas en el piso.
La película pues renuncia a la acción para enfocar todo su planteamiento en el retrato de un delincuente y una familia típica norteamericana que ve como la paz de su hogar se ve sacudida con la llegada de Nick.
Nick que en realidad es un tipo paranóico que se delata a sí mismo cuando nadie aún lo estaba buscando, pues la policía aún no conocía su identidad. Es esta paranoia la que constantemente le empuja en sus acciones, a veces alocadas, a veces sumamente amables, como cuando compra un pavo para ofrecer a sus rehenes una suculenta cena o cuando se preocupa por la herida en la mano de la madre de Peg (Selena Doyle). Este comportamiento cambiante también es el que demuestra desde el principio con Peg, a la que le dice que la quiere pero no deja de tratarla bruscamente en arranques de miedo.
Nick es incapaz de comportarse normalmente. Si hubiera logrado controlarse, tal vez Peg le habría ayudado. Porque ella es una joven sin mucha experiencia en la vida y menos aún con los hombres; de ahí que se sienta realmente turbada con las atenciones de Nick, tal vez el primer chico que parece interesarse por ella. Incluso cuando descubre que es un asesino, Peg parece incapaz de resistirse a la atracción que siente por él.
Lógicamente, el destino de Nick está marcado desde el principio. No hay esperanza para una persona como él. El problema es el daño que le causará a Peg, y el dolor también, porque acaba por cogerle cariño a pesar de todo.
Yo amé a un asesino es por lo tanto una película realmente interesante, con un enfoque muy humano que consigue meternos de lleno en el dolor de la familia secuestrada y también en la mente torturada de Nick, por el que en cierta medida sentimos compasión.
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