Dirección: Steve Sekely.
Guión: Daniel Fuchs (Novela: Murray Forbes).
Música: Sol Kaplan.
Fotografía: John Alton (B&W).
Reparto: Paul Henreid, Joan Bennett, Eduard Franz, Leslie Brooks, John Qualen, Mabel Paige, Herbert Rudley.
Tras salir de prisión, John Muller (Paul Henreid) planea un robo en un local de juego propiedad de un temible mafioso llamado Rocky Stansyck. El robo no sale como pensaba y Stansyck lo busca para ajustar cuentas. Entonces, Muller descubre que tiene un asombroso parecido con un psicoanalista local, el doctor Bartok (Paul Henreid). Solo los diferencia un detalle, Bartok tiene una cicatriz en la mejilla izquierda.
La cicatriz (1948) es un curioso thriller de serie B donde lo que más llama la atención es el argumento, con el tema de la cicatriz que sinceramente no acabo muy bien de entender.
La historia es que el ladrón Muller, escapando de un mafioso al que robó, descubre que hay un tipo que es idéntico a él. Solamente los diferencia una cicatriz. Ni corto ni perezoso, Muller decide "fabricarse" una idéntica a la de su doble, pero por un error en el revelado de una foto, se confunde y se pone la muesca en el lado contrario de la cara. Lo curioso es que nadie, ni los más íntimos del doctor Bartok, al que Muller mata para suplantarlo, se darán cuenta de ese detalle. Esto es solo uno de las curiosidades de un guión que fuerza tanto las cosas que es imposible tomarlo en serio.
Por ejemplo, Muller está siendo buscado por los esbirros de Rocky, pero no se le ocurre huir de la ciudad. Como tampoco parece normal que el Bartok no sea nunca molestado por los hombres de Rocky, pues lo lógico sería que lo confundieran con Muller.
Son estos los elementos más llamativos de la historia, pero no los únicos, pues todo en La cicatriz parece casi surrealista. Y sin embargo, resulta un film entretenido una vez que aceptamos las incongruencias del argumento. Pues a pesar de su modestia, o precisamente por ello, la película posee un cierto encanto, las desventuras de Muller nos atrapan y a pesar de ser un ladrón y un asesino, sinceramente nos apena que no logre sus propósitos. Tal vez porque parece tener unos sentimientos auténticos hacia Evelyn (Joan Bennett), la secretaria de Bartok, y nos gustaría, casi incomprensiblemente, que pudiera ser feliz a su lado. Digo incomprensiblemente porque además de asesino, Muller es un tipo antipático y egoísta y lo normal es que no nos pusiéramos de su parte. Pero la empatía es lo que tiene y al final sufrimos con él.
Por cierto, al contrario que en muchas películas donde el final no suele estar a la altura del relato, curiosamente aquí es la parte más lograda, con una especie de justicia poética muy bien hilvanada. Es como si el destino trágico le jugara finalmente una broma muy pesada.
Paul Henreid, cuyo trabajo más notable fue en Casablanca (Michael Curtiz, 1942), es el productor de La cicatriz, lo que explica su protagonismo absoluto, si bien es un actor que nunca terminó de convencerme. Está muy bien acompañado por la hermosa Joan Bennett, la inolvidable Alice de la maravillosa La mujer del cuadro (Fritz Lang, 1944).
Sin duda, estamos ante una película muy curiosa que, a pesar de su argumento, resulta bastante recomendable.
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