El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 2 de agosto de 2023

El mayor robo del siglo



Dirección: William Friedkin.

Guión: Walon Green (Libro: Noel Behn).

Música: Richard Rodney Bennett.

Fotografía: Norman Leigh.

Reparto: Peter Falk, Peter Boyle, Allen Goorwitz, Warren Oates, Gena Rowlands, Paul Sorvino, Gerard Murphy, Kevin O'Connor, Sheldon Leonard.

Tony Pino (Peter Falk) es un especialista en abrir cajas fuertes, pero sus golpes no dan nunca grandes beneficios por lo que, cansado de trabajos menores, un día se propone dar un gran golpe de verdad.

El mayor robo del siglo (1978) es una película sobre robos, un subgénero que en general no suele gustarme mucho, cuyo mayor atractivo reside en su espectacular reparto, quizá no de primeras figuras, pero sí de gente con mucho talento. 

William Friedkin, que había vivido sus mayores éxitos con The French Connection. Contra el imperio de la droga (1971) y El exorcista (1973), pone en pie una comedia bastante agradable de ver pero con bastantes fallos en el guión, lo que finalmente penaliza bastante el resultado.

Los protagonistas son simpáticos en su torpeza y en la dignidad con la llevan su profesión, pero falla un poco el argumento a la hora de darles algo más de profundidad, lo que habría redundado en una mayor empatía del espectador hacia ellos. 

Además, la manera en está contada la historia no resulta especialmente fluida, con saltos en el tiempo, cambios bruscos de escenarios y momentos en que no se acaban de concretar las expectativas, de manera que aparecen algunos lunares que el guión parece no querer rellenar.

La impresión que saqué al final es como si a la película le fallara algo, no tuviera un desarrollo coherente, incluso falta de profundidad en muchos momentos, y no solo por el tono ligero, sino como si al argumento le faltara una construcción más sólida. Es como si Friedkin no terminara de creer en lo que estaba haciendo. Incluso el trabajo de Peter Falk resulta un tanto teatral, excesivo en todo lo que hace y así cuesta tomárselo realmente en serio. Todo lo contrario que Warren Oates, que tiene un papel complicado, de un veterano de guerra traumatizado, y lo realiza a la perfección, logrando él solo con su buen hacer darle profundidad y calado humano a su personaje, el único que terminamos creyéndonos.

A pesar de todo, es un film agradable de ver y que, curiosamente, plantea una gran paradoja: un grupo de patosos ladrones acaba logrando el mayor atraco del siglo. Convertidos en héroes para las gentes humildes, en realidad son unos fracasados a los que les salió bien el robo por las nulas medidas de seguridad de la empresa asaltada. Tampoco tiene desperdicio el intento de J. Edgar Hoover (Sheldon Leonard) de vincular el robo de unos ladrones de medio pelo con una conspiración comunista, lo que nos muestra la paranoia de ese personaje y el peligro que comportaba que estuviera al frente nada menos que del FBI.

Sin duda, un film menor que se queda en un pasatiempo amable y agradable de ver.

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