El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 15 de agosto de 2023

El hombre que sabía demasiado



Dirección: Alfred Hitchcock.

Guión: Charles Bennett, A. R. Rawlinson, D. B. Wyndham Lewis y Edwin Greenwood. 

Música: Arthur Benjamin.

Fotografía: Curt Courant (B&W).

Reparto: Leslie Banks, Edna Best, Peter Lorre, Frank Vosper, Hugh Wakefield, Nova Pilbeam, Pierre Fresnay, Cicely Oates, D. A. Clarke Smith, George Curzon.

Mientras están en Suiza, la familia de Bob Lawrence (Leslie Banks) conoce a Louis Bernard (Pierre Fresnay), un francés que hace amistad con ellos. Una noche, mientras baila con Jill (Edna Best), la esposa de Bob, Louis recibe un disparo. Antes de morir, le confía a Jill unas instrucciones que debe hacer llegar a las autoridades británicas.

El hombre que sabía demasiado (1934) fue una de las películas inglesas de Hitchcock que más éxito tuvieron en su momento y afianzó la carrera del director. Sin embargo, en comparación con otras películas de la misma época, creo que muestra demasiadas costuras que, sin embargo, Hitchcock logrará pulir en su versión americana, mucho más sólida.

Uno de los aspectos menos convincentes de la cinta es el reparto, sobre todo por la elección de Leslie Banks para el papel principal. Incluso Peter Lorre, que venía de triunfar con M, el vampiro de Düsseldorf (Fritz Lang, 1931), está aquí más histriónico de lo que sería deseable, tal vez por un personaje dado a ciertos excesos.

En cuanto al argumento, quizá por la extensión de la película, la trama de espionaje no alcanza la profundidad necesaria, quedando un poco inconsistente. Pero suele ser un elemento común a gran parte de la obra de Hitchcock: sus argumentos solían no ser muy sólidos en general, presentando no pocas debilidades. Es cierto que el fin último de sus películas era sencillamente entretener creando tensión y todo se supeditaba a ello, pero chocan algunos detalles que habrían podido pulirse algo mejor, como que los asesinos comenten sus planes delante de Bob con toda naturalidad, por ejemplo.

Además, la tendencia de Alfred Hitchcock a añadir notas de humor, para aligerar el discurso y adornarlo, aquí no funciona del todo bien, especialmente en la segunda parte, cuando algunas bromas parecen añadidos sin mucha lógica estando en peligro la vida de la hija de Bob (Nova Pilbeam).

A pesar de estos defectos, que es verdad que enturbian un tanto el desarrollo, sí que encontramos un par de detalles notables que corroboran la habilidad del director para lograr crear momentos de tensión que sabe contagiar al espectador con eficacia. El ejemplo más notable es el momento del atentado en el Albert Hall, con una medida planificación, destacando los primeros planos de Edna Best, realmente expresiva a la hora de comunicarnos su angustia por el dilema de intentar evitar el atentado o priorizar la seguridad de su hija, en manos de los asesinos. Añadir además sincronizar el disparo con la música es otro detalle importante gracias al cuál nos hace vivir con más intensidad la escena.

También es interesante la escena del dentista, que reemplazó a la que estaba prevista originalmente, que transcurría en una barbería, ya que una escena similar había aparecido en Soy un fugitivo (1932) de Mervyn LeRoy.

En su conjunto, El hombre que sabía demasiado es una película imperfecta, y más vendo el resultado del remake con James Stewart, pero donde se apuntalan las claves del cine del director logrando momentos de mucha tensión, especialmente si pensamos en la mentalidad del público de su época.

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