El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 5 de agosto de 2023

Correo diplomático



Dirección: Henry Hathaway.

Guión: Casey Robinson y Liam O'Brien (Novela: Peter Cheyney).

Música: Sol Kaplan.

Fotografía: Lucien Ballard (B&W).

Reparto: Tyrone Power, Matricial Neal, Stephen McNally, Hildegarde Neff, Karl Malden, James Millican, Stefan Schnabel, Herbert Berghof, Arthur Blake. 

Las autoridades del Departamento de Estado norteamericano envían a su correo Mike Wells (Tyrone Power) a Salzburgo para que se reúna con su colega y amigo Sam Carew (James Millican), quien debe entregarle unos importantes documentos secretos.

Correo diplomático (1952) es un film de intriga modesto que funciona correctamente como pasatiempo sencillo, pero al que le falla el guión.

La base de la película es realmente interesante: la acción transcurre en 1950 y Mike Wells, un correo diplomático estadounidense, es enviado a reunirse en Salzburgo con un colega que viene de Bucarest, en la zona comunista europea, y que le hará entrega de una importante información sobre la URSS.

Sin embargo, un trabajo en apariencia sencillo se complicará terriblemente, pues Carew, sabiéndose acechado por agentes comunistas, no solo no podrá entregarle la información a Mike, sino que será asesinado, sin que Mike sepa qué ha sido de los documentos.

Un comienzo que sin duda nos recuerda a las intrigas del estilo de Alfred Hitchcock, con un Henry Hathaway que sabe moverse con habilidad en estas secuencias que transcurren en un tren, logrando mantener la tensión en todo momento.

El problema es que a este esperanzador comienzo le sigue un desarrollo un tanto confuso a partir de ahí, donde, al igual que Mike Wells, los espectadores estaremos desconcertados sobre lo que sucede durante demasiado tiempo. Los personajes tardan en desvelar su juego y parecen cambiar de bando según se escuche una u otra versión de los hechos. El inconveniente de este planteamiento es que no sabemos bien en qué dirección se mueve la trama y llega un momento en que nos domina más el despiste que la intriga, lo cuál no es muy acertado.

Incluso el personaje de Mike Wells ayuda bastante a nuestro despiste, pues si esperábamos un héroe que cogiera la situación en mano y se moviera con paso firme, estaríamos del todo equivocados. Mike es un correo que en el papel de espía se muestra torpe, cae en todas las trampas que le tienden y al final sentimos más lástima por él que otra cosa. No es un mal planteamiento pero, unido al confuso desarrollo de la historia, no ayuda a que nos centremos en el argumento. Además, algunos momentos y giros no resultan tampoco demasiado convincentes, por lo que el argumento al final parece cogido un poco con alfileres. 

Pero quizá el elemento menos logrado es que los personajes no terminan de tener una dimensión profunda, con lo que todo lo que les acontece no nos afecta demasiado. Quizá si el argumento dejara de lado en algún momento la trama de espionaje y le dedicara algo más de tiempo a profundizar en los protagonistas la historia habría ganado en dimensión humana, lo cuál sin duda habría sido muy beneficioso para el conjunto. Incluso habría sido necesario desarrollar mejor a los malos para que su presencia fuera percibida con mayor impacto, porque en realidad nunca terminan de adquirir mucha entidad, con lo que su potencial dramático es menor del deseable.

Pero el guión prefiere centrarse en hechos y es cierto que la película es bastante entretenida y siempre están sucediendo cosas que nos mantienen metidos en la trama, pero de manera algo impersonal. Sin un guión tan superficial, la película habría ganado muchos enteros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario