El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 11 de agosto de 2023

El último metro



Dirección: François Truffaut.

Guión: François Truffaut y Suzanne Schiffman.

Música: Georges Delerue.

Fotografía: Néstor Almendros.

Reparto: Catherine Deneuve, Gérard Depardieu, Jean Poiret, Heinz Bennent, Andréa Ferréol, Paulette Dubost, Jean-Louis Richard, Sabine Haudepin, Maurice Risch, Jean-Pierre Klein.

Durante la ocupación alemana de París, en la Segunda Guerra Mundial, los franceses siguen acudiendo a los teatros y en el Teatro Montmartre están preparando una nueva obra.

El último metro (1980) es la segunda película de la trilogía que François Truffaut pensaba dedicar al mundo del espectáculo y que no llegó a completar. Tras La noche americana (1973), centrada en el cine, esta obra nos acerca al mundo del teatro. 

Pero a parte del teatro, El último metro también nos muestra la vida en la Francia ocupada por los alemanes durante la guerra. Dos temas que se unen perfectamente en la figura del director del Teatro Montmartre, Lucas Steiner (Heinz Bennent), un judío que se ha escondido en los sótanos del edificio, tras fingir su huída, y allí resiste como puede y va dando instrucciones a su esposa, Marion (Catherine Deneuve), sobre cómo poner en pie la nueva obra.

Truffaut se toma su tiempo a la hora de poner en pie su relato, mostrándonos con bastante detalle los ensayos de los actores, los problemas con la censura y especialmente con un crítico fascista, las carencias materiales y el estreno final de la obra. Es un homenaje en toda regla al mundo del teatro, que sobrevive por encima de las penurias y de la guerra.

Paralelamente, veremos también la lucha de la resistencia, encarnada en el primer actor de la obra, Bernard (Gérard Depardieu), que mientras ensaya también tiene tiempo para intentar ligar con sus compañeras y preparar bombas contra los nazis.

Incluso al final, la historia nos ofrece un breve apunte del romance entre Bernard y Marion. Sabemos entonces de su mutua atracción que disimulaban por miedo a manifestarla al otro. Curiosamente será el marido de Marion quien le confiese a Bernard la atracción de su esposa por él. 

Sin embargo, como se demuestra claramente en este esbozo de romance, pues no va muy lejos en su manifestación, El último metro es una película muy fría. Se entiende que el director prefiriera no caer en un planteamiento dramático, que queda reducido a momentos muy concretos, pero es que ni siquiera logra trasmitir un poco de pasión cuando Bernard y Marion se confiesan su atracción. Es sin duda el principal defecto que le encuentro a la película, que es cierto que está contada con elegancia y una adecuada puesta en escena, pero donde se echa en falta algo más de tensión. Recordemos que estamos en la Francia ocupada, con denuncias, miedo a la represión, hambre... y nada de eso se llega a percibir con fuerza en la película. Incluso cuando la Gestapo aparece para inspeccionar el teatro, la escena transcurre con total normalidad y sin que lleguemos a sentir miedo o peligro en ningún momento.

Esa frialdad también se contagia a la manera de desarrollar los personajes. Sabemos realmente poco de ellos y eso es un lastre tremendo. Por ejemplo, a Marion apenas llegamos a conocerla y solamente es al final cuando se desvela su atracción por Bernard claramente y que no ama a su marido. Es además un detalle, las relaciones conyugales de Marion y Lucas, que ofrecía realmente posibilidades muy interesantes y se queda prácticamente sin explotar.

También Bernard es un personaje curioso que parece el típico ligón que solo busca sexo. De ahí que extrañe por un lado su compromiso con la Resistencia y por otro la pasión que siente hacia Marion. No es que no se entienda, pero Truffaut se muestra tan poco explícito que la personalidad de Bernard es casi un misterio.

Sobre el reparto, creo que Catherine Deneuve era una mujer bastante guapa, pero ahí terminan sus méritos. Nunca me llegó a trasmitir nada, más allá de una falta de intensidad manifiesta en un rostro inexpresivo. Gerard Depardieu iba camino de convertirse en un actor sólido, pero me da la impresión de  que aún no había alcanzado su madurez como actor. En cambio, es en los secundarios donde encuentro más naturalidad.

No soy quién para quitar méritos a la obra de François Truffaut, pero sinceramente esta película en concreto me dejó más bien indiferente. Al menos, me quedo muy lejos de las alabanzas que las crítica suele dedicarle.

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