El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 29 de agosto de 2023

El libro de Eli



Dirección: The Hughes Brothers.

Guión: Gary Whitta.

Música: Atticus Ross.

Fotografía: Don Burgess.

Reparto: Denzel Washington, Gary Oldman, Mila Kunis, Ray Stevenson, Jennifer Beals, Frances de la Tour, Michael Gambon, Tom Waits, Malcolm McDowell. 

En medio de un país devastado tras una guerra, un caminante solitario se dirige hacia el oeste de los Estados Unidos llevando consigo un misterioso libro.

El libro de Eli (2010) es una película ambiciosa, se percibe nada más empezar, con una cuidadosa puesta en escena, la utilización de la cámara lenta, la sensación de que vamos a presenciar algo grande. Por eso la decepción aún es mayor, porque el mensaje resulta ridículo.

Inevitablemente es un film que recuerda a La carretera (John Hillcoat, 2009), otra historia de parecida estética e igualmente un tanto pobre en contenido. Pero al menos no engañaba tanto como El libro de Eli, que juega con un misterio en torno al libro que transporta el caminante durante mucho tiempo para, al final, salir con una historia muy poco profunda y mucho menos apasionante.

Porque lo que lleva y protege con tanto afán Eli (Denzel Washington) es una biblia, la única que se salvó de la quema de libros que tuvo lugar tras la guerra, pues se culpaba a los libros de ser los causantes de la misma. Eli se revela como una especie de profeta que, guiado por una voz interior, lleva al libro sagrado al oeste, donde estará a salvo y podrá ser difundido.

Un mensaje un tanto curioso, una especie de resurrección de la fe que casa realmente muy mal con la violencia con la que Eli realiza su tarea que, en otro giro extraño del guión, dura nada menos que treinta años. Treinta años para ir del este al oeste, matando a villanos y permaneciendo inmune a disparos, golpes y cuchilladas. Si ya la premisa de proteger una biblia resulta un tanto peculiar, el toque sobrenatural del protagonista es ya la guinda del pastel.

El problema principal, sin embargo, es que todo este montaje resulta incongruente, artificial y vacío. Parece más una propuesta estética, con la fotografía, los encuadres, el ritmo o la ambientación destacando fuertemente, que una historia con un contenido profundo, meditado y consecuente. Estamos, una vez más, ante un cine superficial y falto de ideas que intenta deslumbrarnos con su estética pero incapaz de aportar algo mínimamente consistente.

Es cierto que el reparto es muy atractivo, pero ni un escalofriante Gary Oldman es capaz de darle algo de emoción a un film superficial que además comete el error de creer que nos cuenta algo importante, de ahí que su puesta en escena y su final extendido hasta la estupidez aún resulten más patéticos. Lo único que hubiera salvado mínimamente una propuesta de este tipo habría sido tomársela a broma, pues no da para nada más.

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