El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 17 de agosto de 2023

Marshall



Dirección: Reginald Hudlin.

Guión: Michael Koskoff y Jacob Koskoff.

Música: Marcus Miller.

Fotografía: Newton Thomas Sigel.

Reparto: Chadwick Boseman, Josh Gad, Kate Hudson, Dan Stevens, Sterling K. Brown, James Cromwell, Keesha Sharp, Roger Guenveur Smith, Marina Squerciati, Daniel Stewart Sherman, Derrick Baskin, John Magaro, Jeremy Bobb.

En 1941, Thurgood Marshall (Chadwick Boseman) es el único abogado de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color que se dedica a defender a todo aquel acusado injustamente por motivos racistas.

Marshall (2017) nos cuenta los inicios de la carrera judicial del que años más tarde llegaría a ser el primer juez negro de la Corte Suprema de Estados Unidos. En concreto, la historia se centra en un caso ocurrido en Connecticut, donde una mujer blanca (Kate Hudson) acusó a un negro que trabajaba para ella, interpretado por Sterling K. Brown, de haberla violado y después haber intentado matarla.

Más allá de estar basada en hechos reales, toda película centrada en un juicio, si el argumento está bien trabajado, resulta ya de por sí bastante atractiva. Además, en este caso la intriga resulta estar realmente bien ideada y, aunque es verdad que desde el principio sospechamos que la mujer está mintiendo, el planteamiento está tan bien construido que ello no disminuye mucho nuestro interés en descubrir la verdad, por un lado, y en comprobar cómo se las ingeniarán Marshall y su compañero Sam Friedman (Josh Gad) para demostrar la inocencia de su defendido.

Además, el guión se encarga oportunamente de señalar las graves dificultades con las que tendrán que lidiar, como un juez (James Cromwell) predispuesto contra ellos, un fiscal (Dan Stevens) racista y la opinión pública mayoritariamente en contra.

Y es precisamente por este planteamiento simplista y maniqueo por donde la cinta hace aguas. Se entiende que se busque darle dramatismo a la historia, pero acabar perfilando a los buenos y a los malos tan nítidamente, además de un modo un tanto superficial, resulta bastante perjudicial para la historia, que pierde profundidad y matices y acaba casi como una especie de panfleto de las buenas virtudes y las causas nobles.

No sorprende para nada la cuidada presentación de la historia, con una magnífica recreación de los años 40 del siglo XX y una fotografía realmente elegante. También el trabajo del director resulta sobrio y correcto, dejando que sea la historia y no la cámara la que acapare el protagonismo.

Incluso el giro que dan los acontecimientos a mitad del juicio resulta muy ingenioso y, aunque no está desarrollado con especial brillantez, pues se vuelve a caer en una simplificación excesiva, el resultado es que la emoción de los últimos interrogatorios del juicio, a la víctima y al acusado, logran atraparnos, pues el tema es realmente escabroso.

A favor de la cinta, sus buenas intenciones y el reconocer la labor del joven Marshall y de otros como él que lucharon en el bando correcto contra años de injusticias y racismo. En el debe, la falta de profundidad con se tratan los personajes y tal vez de imaginación para afrontar un tema que daba para mucho más de lo que finalmente se ofrece: un film correcto pero blando y sin mucho nervio.

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