El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 19 de agosto de 2023

El temible burlón



Dirección: Robert Siodmak.

Guión: Roland Kibbee.

Música: William Alwyn.

Fotografía: Otto Heller.

Reparto: Burt Lancaster, Nick Cravat, Eva Bartok, Torin Thatcher, James Hayter, Leslie Bradley, Margot Grahame, Noel Purcell, Frederick Leister, Eliot Makeham, Christopher Lee. 

El pirata Vallo (Burt Lancaster) logra capturar una fragata real donde viaja  el Barón Gruda (Leslie Bradley), que se dirigía a sofocar una rebelión en la isla de Cobra. Ante esas circunstancias, Vallo planea sacar un buen rédito de ambos bandos.

Película de aventuras a la antigua usanza, El temible burlón (1952) es una cinta plena de dinamismo y humor, un pasatiempo con mayúsculas que supedita todo al espectáculo.

Y es debido a esta orientación tan descarada por el espectáculo a toda costa que El temible burlón pueda llegar a parecer incluso ridícula o impropia de un público adulto. Se entiende más como un producto infantil, por la constante presencia del humor que resta tensión al posible drama de las aventuras del protagonista. Porque ante tantas acrobacias e inventos sorprendentes es imposible tomársela en serio.

Incluso el guión, si lo analizamos con cierto espíritu crítico, no resulta realmente muy convincente: ni los manejos a dos bandas de Vallo para conseguir un buen botín, ni especialmente los inventos del tramo final, con el globo, los cañones portátiles, la rudimentaria metralleta, el explosivo y el submarino. Tal exhibición final llega a resultar tan excesiva como innecesaria, convirtiendo las secuencias finales en un circo.

Pero si hablamos de circo, hemos de reconocer que Burt Lancaster resultaba perfecto para este tipo de papeles, pues había trabajado como acróbata de joven, precisamente con su amigo de la infancia Nick Cravat, de ahí que sus acrobacias resulten tan perfectas. La pareja ya había asombrado en El halcón y la flecha (Jacques Tourneur, 1950). Esa cinta junto con esta son las mejores de las nueve veces en que ambos trabajaron juntos.

Esta sencillez del guión, orientado exclusivamente a la acción, convierte a los personajes en seres sin profundidad, definiendo con demasiada simplicidad a buenos y malos. Era el enfoque que tenía el género en aquellos años, orientado solo a la diversión, sin pretender trasmitir mensaje alguno. Vallo y su compañero Ojo (Nick Cravat) son capaces de vencer entre ellos dos a cualquier número de enemigos, ridiculizándolos de manera escandalosa. La secuencia en las calles de la isla de Cobra, mareando a los soldados del gobernador, resulta tan divertida como increíble.

Y en esta simplificación también se pierde la necesaria fuerza que deben tener los malos, para que la victoria del protagonista aún tenga más mérito. Pero el guión deja este y otros muchos detalles completamente de lado, de manera que toda la historia y sus protagonistas queda reducida a lo esencial, incluido el romance de Vallo con la hermosa Consuelo (Eva Bartok), que nunca llega a tener la relevancia necesaria. Y a pesar de ello, podemos ver cómo el amor transforma a Vallo, hasta el punto de que llega a renunciar al botín y a traicionar la confianza de su tripulación por su amor por Consuelo. Lástima que este detalle romántico tampoco sea explotado debidamente.

Y a pesar de todos estos defectos, El temible burlón te atrapa con su estilo directo, desenfadado, incongruente y exagerado. Quizá precisamente por todo ello resulta una película tan especial, llena de optimismo, de energía, de luchas maravillosas, como la del desenlace, donde predomina de nuevo el humor y no hay realmente muchas muertes, sino golpes, caídas al mar, puñetazos, saltos... es el espectáculo total, en estado puro. Por eso, si llegamos a poder ver la película con los ojos de un niño, pasaremos sin duda un rato maravilloso.

Solo echo de menos a Virgina Mayo, con ella el reparto habría sido perfecto.

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