El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 22 de agosto de 2023

Vaya, me equivoqué de número



Dirección: George Marshall.

Guión: Burt Styler, Albert E. Lewin y George Kennett (Historia: George Beck).

Música: Richard LaSalle y "By" Dunham.

Fotografía: Lionel Lindon.

Reparto: Bob Hope, Elke Sommer, Phyllis Dillier, Cesare Danova, Marjorie Lord, Kelly Thordsen, Benny Baker, Terry Burnham, Joyce Jameson.

La actriz Didi (Elke Sommer), enfadada con su director Pepe (Cesare Danova), se escapa de un rodaje y se refugia en un pueblo de Oregón donde conoce por casualidad a Tom Meade (Bob Hope), un agente de la propiedad que accede a ayudarla pensando que la futura publicidad que le puede proporcionar una actriz famosa le beneficiará en sus negocios.

Los años de gloria de Bob Hope ya habían pasado cuando rueda Vaya, me equivoqué de número (1966), una comedia de enredos bastante sencilla.

La trama no guarda ningún misterio: una actriz cansada de estar encasillada decide escaparse y se refugia en un pueblo en Oregón. Sola y desesperada, le pide ayuda a un desconocido con el que habla por teléfono. Este hombre, sin quererlo, pondrá en peligro su matrimonio al relacionarse con la explosiva actriz, de manera que intentará que su esposa no se entere de nada. 

Con un argumento tan sencillo, la película explota el tema con cierta ingenuidad, pero sin embargo la película contiene algunos de los habituales chistes de Bob Hope bastante ingeniosos y aunque el enredo es bastante esperpéntico, precisamente ahí reside su gracia: se trata de un humor sin maldad, poco elaborado, casi infantil, y por eso es tan gratificante, no pretende resultar ingenioso o intelectual, es básico, pero sin complejos. 

Lógicamente, es necesario que te guste Bob Hope, porque todo va de sensaciones, de empatizar o no con él. Reconozco que no es un cómico con un sentido del humor que de entrada case con mis gustos, pero tiene algo que me gusta, no sabría decir el qué, pero sin ser un tipo con gracia, ni un encanto especial, a mí me resulta entrañable. Un cómico que lo es casi sin querer. Su gracia reside en cómo saca  punta a las situaciones normales con comentarios ingeniosos. A mucha distancia, lo emparentaría con tipos como Groucho o Woody Allen, si bien Bob Hope es menos alocado que el primero y no tan profundo como el segundo. Pero el humor de este tipo de cómicos se basa más o menos en lo mismo.

La película también sirve como vehículo para el lucimiento de Elke Sommer, una actriz alemana que llegó al cine gracias a su belleza, que explotó en la década de los sesenta del siglo XX, donde salió en gran cantidad de películas e incluso posó para la revista Playboy. Su trabajo no es muy bueno, pero su presencia se justifica solamente para lucir su belleza y dar pie a los enredos con Bob Hope.

Atención también a Lily (Phyllis Dillier), la criada, un personaje realmente original y fuente también de no pocas situaciones divertidas.

El único interés de Vaya, me equivoqué de número es meramente cómico, pero también podemos ver una crítica sin malicia del trabajo de la policía, capaces de acusar a un hombre de asesinato sin ninguna prueba y sin cadáver; del mundo del cine y al mismo tiempo mostrar las tentaciones de un hombre de mediana edad, si bien impera al final el triunfo de la moral.

Reconozco que no es una película que se pueda recomendar incondicionalmente; sin embargo, es una cinta que disfruté bastante y tiene algunas ocurrencias de Bob Hope muy buenas, aunque no tantas como me hubiera gustado. No es una de sus mejores películas, pero si te gusta este tipo de humor y no te avergüenzas de ello, creo que tiene suficientes alicientes como para darle una oportunidad.

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