Dirección: Billy Crystal.
Guión: Billy Crystal, Lowell Ganz y Babaloo Mandel.
Música: Marc Shaiman.
Fotografía: Don Burgess.
Reparto: Billy Crystal, Debra Winger, Joe Mantegna, Julie Kavner, Richard Masur, Cathy Moriarty, John Spencer, Cynthia Stevenson, Robert Constanzo, William Hickey.
Para cumplir el deseo de su padre de ser enterrado en Francia, Michael Gordon (Billy Crystal) viaja a París con el féretro. Sin embargo, al llegar le informan que han extraviado el cadáver. Mientras espera que lo encuentren, conoce a Ellen (Debra Winger), empleada de la aerolínea, y se enamoran.
Al frente como director y co-guionista, Billy Crystal nos brinda una comedia romántica cargada de buenas intenciones que, sin embargo, no termina de cuajar.
La historia es bastante sencilla y no muy original: una pareja que se enamora y se casan pero, con el tiempo y los problemas habituales de cualquier convivencia, sufren diversos bajones en la relación hasta que un cambio de destino profesional de Ellen parece sellar su separación.
Tal vez para darle un aire más fresco a un argumento poco novedoso, la historia de Michael y Ellen la conocemos a través del relato que sus amigos hacen a una recién llegada al grupo (Cynthia Stevenson). Es una solución que en principio parece interesante y en realidad funciona correctamente, pero las constantes interrupciones en el relato terminan por pasar algo de factura a la historia de la pareja protagonista, pues nos sacan del hilo muy a menudo, lo que rompe a veces el clima y la concentración.
Sin embargo, el principal inconveniente es que el romance de Ellen y Michael carece de pasión y con ello toda la película transcurre en un tono templado, sin lograr emocionarnos ni implicarnos abiertamente. Y en un film romántico es un fallo de considerable importancia, pues se supone que este tipo de historias deberían crear un vínculo bastante potente con los espectadores y no es el caso.
Tampoco el tono de comedia es excesivamente elevado. Los chistes se suceden sin demasiada gracia, de manera que uno llega a pensar que para eso casi hubiera sido mejor adoptar un enfoque más serio y quizá así al menos se habría solucionado el problema anteriormente señalado de falta de intensidad.
A nivel de reparto, la cosa funciona también a medias, aunque no se puede achacar a ninguno de los actores que no cumplan con acierto, salvo Cynthia Stevenson, muy poco convincente. Otra cosa es que nos guste más o menos Billy Crystal, sobre el que recae la parte importante de la película, y que es un actor al que creo que le falta algo, tal vez entusiasmo, energía, pues siempre parece que actuara con el freno de mano puesto.
Resumiendo, Olvídate de París (1995) es una comedia bien planteada, con algunos momentos interesantes, pero algo desangelada. Entretiene, pero no apasiona.
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