El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 24 de junio de 2023

Su otra esposa



Dirección: Walter Lang.

Guión: Phoebe y Henry Ephron (Obra: William Marchant).

Música: Cyril J. Mockridge.

Fotografía: Leon Shamroy.

Reparto: Spencer Tracy, Katharine Hepburn, Gig Young, Joan Blondell, Dina Merrill, Sue Randall, Neva Patterson, Harry Ellerbe, Nicholas Joy. 

Un importante canal de televisión decide informatizar el departamento de consultas y para ello contrata a Richard Summer (Spencer Tracy), un prestigiosos ingeniero electrónico.

Su otra esposa (1957) es la octava colaboración de Spencer Tracy y Katharine Hepburn, que solamente volverían a trabajar juntos una vez más en Adivina quién viene esta noche (Stanley Kramer, 1967), pues Tracy moriría al poco tiempo de terminar el rodaje. Y sin duda es una comedia agradable de ver, sobre todo por la presencia de los dos protagonistas, pero sin que el argumento resulte demasiado interesante ni original en su desarrollo.

La historia gira en torno a la informatización de una gran compañía y el miedo que supone para el personal, pues temen que las máquinas terminen por sustituirlos. Un tema que seguramente tenía más interés justo en esa época, pero que en la actualidad resulta un tanto desfasado y más viendo cómo eran los ordenadores entonces. Además, el guión intenta hacer un arreglo salomónico de manera que mientras se alaban los beneficios de la mecanización, se muestran también las carencias y limitaciones de la máquina, de manera bastante torpe, y las virtudes de los humanos; así que se asegura que los trabajadores no serán despedidos y seguirán siendo tan necesarios o incluso más que antes de la implantación de los ordenadores, afirmándose, quiero creer que sin maldad, que incluso sería necesario contratar a más personal a raíz de la llegada de las máquinas, algo que hoy en día sabemos que es totalmente falso.

Quizá por ocuparse del tema laboral, la comedia deja un poco de lado el asunto romántico, de manera que la relación entre Spencer Tracy y Katharine Hepburn es estrictamente profesional, de ahí que resulte bastante precipitada la secuencia final en la que ambos se prometen en matrimonio pues, aunque era algo absolutamente previsible, no se había dedicado ni un minuto a plantearlo a lo largo del film.

En cuanto al tono de la comedia en sí, tampoco es demasiado brillante. De entrada, a la película le cuesta un poco arrancar; es cierto que en cuanto entra en materia disfrutamos de algunos buenos momentos, en especial cuando Richard Summer se queda a cenar en casa de Bunny (Katharine Hepburn), quizá el mejor momento de toda la película. Pero si tenemos que valorar Su otra esposa por la cantidad de momentos realmente brillantes no lograría una buena nota. 

Lo mejor es la presencia de Tracy y Hepburn, una pareja que en la vida real vivió un intenso romance, lo que explica el buen número de películas en las que compartieron protagonismo. Sin duda, dos de los mejores actores de la historia y ello basta para que nos demos el placer de disfrutar de su talento.

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