El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 2 de junio de 2023

El marido de la peluquera



Dirección: Patrice Leconte.

Guión: Patrice Leconte.

Música: Michael Nyman.

Fotografía: Eduardo Serra.

Reparto: Jean Rochefort, Anna Galiena, Roland Bertin, Yveline Ailhaud, Maurice Chevit, Philippe Clévenot, Ticky Holgado, Jacques Mathou, Anne-Marie Pisani, Thomas Rochefort. 

Con doce años, Antoine (Thomas Rochefort) se enamorará de una peluquera, con la que descubrirá la sexualidad, y desde entonces se promete que de mayor se casará con una.

El marido de la peluquera (1990) es un cuento tremendamente personal de Patrice Leconte que se mueve entre la comedia y el drama con una sensibilidad realmente exquisita.

La historia relata el despertar a la sexualidad de Antoine, un niño con una gran sensibilidad, lo que le hace percibir los olores de una peluquería como un universo casi mágico de sensaciones, coronado por el propio olor de madame Scheaffer (Anne-Marie Pisani), con la que descubrirá la belleza y el poderoso atractivo del cuerpo femenino.

Ya adulto, Antoine (Jean Rochefort) cumplirá su sueño de casarse con una peluquera, Mathilde (Anna Galiena), con la vivirá una relación pasional, íntima y exclusiva. Un mundo perfecto de complicidad que, sin embargo, acabará trágicamente.

El marido de la peluquera es una especie de fábula donde Patrice Leconte despliega todo un universo de ideas sobre la sensualidad, el poder de las vivencias de la infancia y cómo nos marcan de por vida, el deseo, el amor, el paso del tiempo, la vejez o la muerte. Es decir, Leconte repasa la vida, con sus alegrías, sus sueños, los deseos y las penas, la fragilidad del presente, el paso del tiempo. Todo un recorrido contado con mucha ternura, con sensibilidad, con cariño, donde el director más que contar insinúa, muestra sin explicaciones, porque será cada uno de nosotros el que deberá interpretar la película, sentirla a su manera.

Por eso hay momentos surrealistas, como los bailes de Antoine, que algunos no entienden. O problemas matrimoniales de los que no se conocen las causas, porque lo importante no es saber, sino sentir. No hay que explicar las cosas, sino vivirlas. Y vivirlas en el momento preciso, porque el tiempo pasa y todo termina por morir.

De ahí la decisión de Mathilde, ella prefiere dejarlo todo cuando aún está vivo, cuando el tiempo no ha empezado aún a ajar las cosas, a las personas. Le deja a Antoine los mejores momentos de su relación para siempre, sin sombras, sin la llegada de la monotonía, el aburrimiento o el cansancio. Cuando Antoine observa grietas en el techo de la peluquería, Mathilde mira apenada. Ha comprendido lo que se avecina y decide no dejar que nada mate su felicidad. 

Es verdad que no todas las imágenes ni todos los conceptos están al mismo nivel, con detalles que tal vez podrían haberse pulido más, pero el conjunto resulta muy sugestivo gracias a esa visión cargada de romanticismo y ternura, a una cámara que se recrea en la belleza de las miradas, nos muestra el deseo, la calidez de una caricia, la voluptuosidad de unas piernas. El resultado es una mirada íntima sobre la vida y el amor de Patrice Leconte tan personal como original.

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