Dirección: Edgar Neville.
Guión: Edgar Neville.
Música: Muñoz Molleda.
Fotografía: César Fraile (B&W).
Reparto: Fernando Fernán Gomez, Conchita Montes, José Luis Ozores, Mary Lamar, Julia Lajos, Fernando Aguirre, Manuel Arbó, Manuel Aguilera, Julia Caba Alba, María Cañete.
Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina el servicio militar, donde estuvo en una unidad de caballería. Al saber que los caballos serán reemplazados por motocicletas y vendidos a un empresario que los destinará a las corridas de toros, decide gastar parte de los ahorros destinados a su boda para comprar a su caballo, Bucéfalo, y salvarlo de su terrible destino.
El último caballo (1950) es una modesta comedia con cierto encanto, aunque penalizada por un ritmo y un desarrollo algo torpes.
La historia del soldado encariñado con su caballo al punto de comprarlo con dinero destinado a su boda y de saber que no podrá mantenerlo es realmente tierna. Los desvelos de Fernando para encontrarle alojamiento resultan también entrañables. Sin embargo, las buenas intenciones de un guión realmente original no se ven reflejadas en la puesta en escena.
El ritmo de la historia no es el adecuado y tampoco hay momentos realmente interesantes, ni a nivel cómico, pues a pesar de tratarse de una comedia hay pocos instantes especialmente divertidos, ni a en cuanto a momentos con una buena carga emocional. Todo transcurre de manera un poco anodina, sin que la película alcance en ningún momento un punto de intensidad importante.
Es cierto que este tipo de historias tienen un valor añadido: sirven para mostrarnos cómo era la vida en la España de mediados del siglo pasado, en este caso vemos el desarrollo de Madrid, aún incipiente, y cómo se van desterrando viejos oficios y costumbres que son reemplazados por el progreso, ejemplarizado en la imposición absoluta de los vehículos de motor como medios de transporte y de trabajo.
Hay una crítica hacia ese desarrollo, que acaba con una vida más tranquila, donde el tiempo aún se podía paladear y no eran todo prisas. Se hace también una hermosa defensa de la vida en el campo, al aire libre y vinculada a la tierra como fuente de trabajo.
También hay que destacar la presencia de Fernando Fernán Gómez, un peso pesado entre los actores españoles, y José Luis Ozores, en su época un habitual de las producciones nacionales. Su trabajo, cómo no, resulta impecable.
Pero más allá de estas virtudes, El último caballo carece de fuerza y simplemente queda como una modesta comedia costumbrista con cierto interés por conocer la obra de su director, un hombre con una trayectoria muy personal y no exenta de interés.
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