El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 25 de junio de 2023

El último caballo




Dirección: Edgar Neville.

Guión: Edgar Neville.

Música: Muñoz Molleda.

Fotografía: César Fraile (B&W).

Reparto: Fernando Fernán Gomez, Conchita Montes, José Luis Ozores, Mary Lamar, Julia Lajos, Fernando Aguirre, Manuel Arbó, Manuel Aguilera, Julia Caba Alba, María Cañete. 

Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina el servicio militar, donde estuvo en una unidad de caballería. Al saber que los caballos serán reemplazados por motocicletas y vendidos a un empresario que los destinará a las corridas de toros, decide gastar parte de los ahorros destinados a su boda para comprar a su caballo, Bucéfalo, y salvarlo de su terrible destino.

El último caballo (1950) es una modesta comedia con cierto encanto, aunque penalizada por un ritmo y un desarrollo algo torpes.

La historia del soldado encariñado con su caballo al punto de comprarlo con dinero destinado a su boda y de saber que no podrá mantenerlo es realmente tierna. Los desvelos de Fernando para encontrarle alojamiento resultan también entrañables. Sin embargo, las buenas intenciones de un guión realmente original no se ven reflejadas en la puesta en escena.

El ritmo de la historia no es el adecuado y tampoco hay momentos realmente interesantes, ni a nivel cómico, pues a pesar de tratarse de una comedia hay pocos instantes especialmente divertidos, ni a en cuanto a momentos con una buena carga emocional. Todo transcurre de manera un poco anodina, sin que la película alcance en ningún momento un punto de intensidad importante.

Es cierto que este tipo de historias tienen un valor añadido: sirven para mostrarnos cómo era la vida en la España de mediados del siglo pasado, en este caso vemos el desarrollo de Madrid, aún incipiente, y cómo se van desterrando viejos oficios y costumbres que son reemplazados por el progreso, ejemplarizado en la imposición absoluta de los vehículos de motor como medios de transporte y de trabajo.

Hay una crítica hacia ese desarrollo, que acaba con una vida más tranquila, donde el tiempo aún se podía paladear y no eran todo prisas. Se hace también una hermosa defensa de la vida en el campo, al aire libre y vinculada a la tierra como fuente de trabajo.

También hay que destacar la presencia de Fernando Fernán Gómez, un peso pesado entre los actores españoles, y José Luis Ozores, en su época un habitual de las producciones nacionales. Su trabajo, cómo no, resulta impecable.

Pero más allá de estas virtudes, El último caballo carece de fuerza y simplemente queda como una modesta comedia costumbrista con cierto interés por conocer la obra de su director, un hombre con una trayectoria muy personal y no exenta de interés.

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