El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 8 de junio de 2023

Bus Stop



Dirección: Joshua Logan.

Guión: George Axelrod (Obra: William Inge).

Música: Alfred Newman y Cyril J. Mockridge. 

Fotografía: Milton Krasner.

Reparto: Marilyn Monroe, Don Murray, Arthur O'Connell, Betty Field, Eileen Heckart, Robert Bray, Hope Lange, Hans Conried, Casey Adams.

Beauregard (Don Murray), un joven e impetuoso vaquero, llega a Phoenix para participar en un rodeo. Allí conoce a Chérie (Marilyn Monroe), que canta en un bar de la ciudad, y decide que será su esposa.

Bus Stop (1956) es de esas comedias con los rasgos tan marcados que inevitablemente se ven más afectadas que otras por el paso del tiempo. Si aceptamos este hecho, seguramente encontraremos en ella otros rasgos que compensen sus defectos.

El principal problema de la película es el personaje de Beauregard, cuyos rasgos aparecen dibujados con tanto exceso que resulta una caricatura. Atolondrado, mandón, arrogante, infantil, inexperto y bocazas, por lo que resulta un tanto increíble que pueda enamorar a Chérie ni a cualquier chica con sentido común. 

Sin embargo si asumimos este defecto, que era muy frecuente en aquellos años, incluso en géneros tan dispares como el western, Bus Stop ofrece mucho más de lo que aparenta a primera vista. Parece una comedia romántica demasiado inocente como para tomarla en serio y así es si no intentamos ver más allá de la superficie. Puede que para muchos ni merezca la pena indagar más y se contenten con disfrutar de un planteamiento ligero, bienintencionado y predecible.

Sin embargo, hay algo curioso en la película, a pesar de sus defectos, había algo conmovedor en ella, incluso con cierta profundidad. Tal vez sea solamente una mirada romántica, pero en el fondo es un relato triste, aunque con una nota de esperanza en el desenlace.

Si nos fijamos bien, tanto Beauregard como Cherry son personas marginales. Él porque ha vivido aislado en un rancho, no tiene prácticamente ninguna formación, es un gran patán sin experiencia en la vida, solo sabe de ganado y se comporta de manera brusca, no tiene modales porque no ha vivido en sociedad. Chérie, por su parte, es una mujer que ha tenido que luchar sola contra el mundo. Quizá por la época en que se rodó la película o por temas de censura o códigos morales, el guión se muestra parco en detalles sobre su vida, pero adivinamos que, con su atractivo y algunas explicaciones que da, es una mujer de mundo, tampoco muy instruida, con la cabeza llena de sueños que comprendemos que dudosamente se podrán hacer realidad.

Pero si miramos al resto de personajes nos encontramos que todos ellos son personas que viven solas y están necesitadas de cariño. Virgil (Arthur O'Connell), el amigo de Beauregard, está solo en el mundo, lo mismo que Grace (Betty Field), la dueña del local donde para el bus y que es cortejada por el conductor, Carl (Robert Bray), otro tipo solitario.

Es por ello que Bus Stop desprende un aire de tristeza, porque todos los personajes buscan la felicidad, desesperadamente en algunos casos. Y por ello, me resulta una comedia cargada de sufrimiento, de soledad.

Y además está Marilyn Monroe. Como actriz hace ya tiempo que descubrí su enorme talento, a pesar de que resultaba complicado para directores y compañeros trabajar con ella, pero además su personaje es tan frágil en su búsqueda de la felicidad, tan ilusa en sus sueños, que no dejaba de identificar a Chérie con el propio destino de la actriz. Su belleza y sus sueños aún infantiles resultan terriblemente conmovedores. Don Murray, al que encuentro un tanto sobreactuado, debutaba en la gran pantalla y curiosamente su actuación mereció una nominación al Oscar a mejor secundario, algo que me resulta un tanto incomprensible a día de hoy.

¿Cómo habría resultado esta historia sin los excesos del personaje de Beauregard? Sin duda estaríamos hablando de una gran película. Pero, aún con sus defectos, Bus Stop me ha parecido un film tan triste como gratificante, una comedia de personas necesitadas que se encuentran y se consuelan. ¡Ojalá que Beauregard y Chérie fueran felices en el rancho de Montana!

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