El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 11 de junio de 2023

Joe Kidd



Dirección: John Sturges.

Guión: Elmore Leonard.

Música: Lalo Schifrin.

Fotografía: Bruce Surtees.

Reparto: Clint Eastwood, Robert Duvall, John Saxon, Don Stroud, Stella García, James Wainwright, Paul Koslo, Gregory Walcott, Dick Van Patten, Lynne Marta, John Carter.

En la ciudad de Sinola (Nuevo México), Luís Chama (John Saxon), ante la pasividad de la justicia, organiza una revuelta cansado de que los terratenientes locales les roben las tierras a los mexicanos. 

Joe Kidd (1972) es una película realmente mediocre que parece seguir las pautas de los spaghetti westerns, lo que se refleja en un guión muy elemental donde prima la acción por encima de todo. En consonancia con esto, los personajes están mínimamente definidos, por lo que carecen de profundidad, de matices. Joe Kidd, por ejemplo, es un pistolero muy parecido a otros encarnados por Clint Eastwood: no sabemos casi nada sobre él, salvo que es un tipo realmente duro que hace lo que le viene en gana.

En esta ocasión se ve en medio de una disputa entre dos tipos realmente malos. El terrateniente Harlan (Robert Duvall), un tipo ambicioso y sin escrúpulos al que no le tiembla el pulso si ha de cargarse a inocentes, y Luís Chama, que lidera su revolución contra el gobierno sin importarle si han de morir inocentes por su causa.

Nuestro héroe tomará partido por lo que crea mejor en cada momento, pero como Harlan es con diferencia el peor de la película, está claro que Kidd tendrá que ajustarle las cuentas.

Si el argumento es de una simplicidad absoluta, su puesta en escena resulta bastante penosa, ya no por lo previsible y estereotipado de los acontecimientos y los personajes, sino porque la resolución del conflicto resulta tan ridícula que provoca casi carcajadas.

Clint Eastwood prácticamente no actúa, sino que se limita a poner cara de póquer, como era habitual en ese tipo de producciones, y soltar sus frases lapidarias. Robert Duvall, un buen actor, tampoco es que destaque especialmente, limitado por un papel de escasa dimensión, aunque al menos resulta más convincente que sus secuaces, que pasean sus gestos de perdonavidas de manera acartonada.

Joe Kidd es un western para olvidar. Nada en él es interesante y el talento que podría adivinarse por algunos nombres de la producción está tristemente desaprovechado.

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