Dirección: Henry Hathaway.
Guión: Robert Presnell y Ben Hecht.
Música: A. F. Lavagnino.
Fotografía: Jack Cardiff.
Reparto: John Wayne, Sophia Loren, Rossano Brazzi, Kurt Kasznar, Sonia Moser, Angela Portaluri, Ibrahim El Hadish.
Un hombre llamado Paul Bonnard (Rossano Brazzi) llega a Tombuctú en busca de un guía que lo lleve al desierto del Sahara.
Arenas de muerte (1957) sin duda no es de las mejores películas de su director, que trabajó varias veces con John Wayne dejando la magnífica Valor de ley (1969) como la mejor muestra de su colaboración. Sin embargo, Hathaway poco puede hacer con un guión bastante plano y sin nada verdaderamente reseñable hasta los minutos finales.
La historia cuenta la búsqueda por parte de Paul de su padre, desaparecido años atrás en el desierto del Sahara tras descubrir un fabuloso tesoro. Paul desea encontrar a su padre, aunque intuye que esté muerto, y el tesoro para poder cumplir el sueño de su padre de ayudar a los enfermos y necesitados con ese dinero. Porque Paul es una buena persona, noble y compasiva. Por ello ayuda desinteresadamente a Dita (Sophia Loren), una prostituta que malvive en Tombuctú a base de pequeños hurtos. De ahí que cuando Paul parta al Sahara con su guía Joe January (John Wayne), la joven no tarde en unírseles deseando abandonar Tombuctú para siempre y cambiar de vida.
Tras un viaje lleno de dificultades, finalmente encuentran la ciudad perdida que había descrito el padre a Paul en sus cartas. Y en ella encuentran el cadáver del padre.
Arenas de muerte tiene varios inconvenientes difíciles de salvar. Por un lado, el viaje de los tres protagonistas en busca del tesoro descrito por el padre de Paul dura casi todo el metraje, salvo la breve presentación y el desenlace. Y es un viaje donde apenas pasan cosas interesantes. Salvo la tensión entre Joe y Dita, es un viaje sin emoción, demasiado largo para lo que realmente tiene que contar. De ahí que en muchos momentos se instale cierta monotonía en el espectador, esperando algún acontecimiento interesante que no acaba de llegar.
Hasta el final, donde de repente la historia cobra vida y al fin podemos disfrutar de algo de emoción con el cambio de Paul, frustrado al comprobar que su padre no era el santo que él se había imaginado. Al mismo tiempo, cede a su deseo e intenta besar a Dita, pero ella lo rechaza. Todo ello lo trastoca por completo y se vuelve agresivo y avaricioso, desconfiado y traicionero. El problema es que este cambio, a pesar de los intentos del guión de justificarlo, no resulta muy convincente y es difícil de creer que una tan buena persona como se había descrito a Paul durante toda la cinta cambie de manera tan radical de repente.
Además, en lugar de proporcionarnos un final apasionante, el film vuelve a llevarnos al desierto y a la lenta persecución por parte de Joe y Dita de Paul, con lo que de nuevo tenemos más minutos de desierto, cansancio, sed y arena.
Quizá lo más interesante sea contar con una bellísima Sophia Loren, en el momento de máximo esplendor, que finalmente es la única que puede paliar la monotonía del desarrollo. John Wayne está en su papel típico y no defraudará a sus incondicionales. Rossano Brazzi sin embargo no está al mismo nivel de sus compañeros, resultando en algunos momentos algo excesivo en su actuación.
Así pues, estamos ante un film de aventuras algo aburrido y con un final poco convincente. Se deja ver por el buen hacer del director y cierta intriga en cuanto al desenlace, pero no es una película realmente interesante.
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