El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 5 de junio de 2023

Operación Trueno



Dirección: Terence Young.

Guión: Richard Maibaum y John Hopkins (Historia: Kevin McClory, Jack Whittingham e Ian Fleming).

Música: John Barry.

Fotografía: Ted Moore.

Reparto: Sean Connery, Claudine Auger, Adolfo Celi, Luciana Paluzzi, Rik Van Nutter, Bernard Lee, Martine Beswick, Guy Coleman, Molly Peters. 

La organización secreta Spectra roba dos bombas atómicas a la OTAN y pide una cuantiosa cantidad a cambio de devolverlas. James Bond cree que la pista para encontrarlas se encuentra en las Bahamas.

Operación Trueno (1965) es la cuarta entrega de la saga, de nuevo con el eficaz Sean Connery al frente. En la dirección, tras la negativa de Guy Hamilton a repetir experiencia (había dirigido James Bond contra Goldfinger el año anterior) toma los mandos Terence Young, que demuestra su soltura para acometer el encargo de la entrega más ambiciosa, con un presupuesto desorbitado. 

Sin embargo, a pesar del éxito de público, Operación Trueno está lejos de ser la mejor película de la serie y precisamente el problema es la ambición del proyecto, que acaba por perjudicar el ritmo de la aventura por la duración excesiva de muchas secuencias y, en general, de la película, que pretende abarcar demasiado y termina por resultar algo cansina.

Puede también que parte de la culpa la tenga el estilo tan diferente con el que se montan hoy en día las películas de este corte, con un montaje mucho más dinámico. El contraste con el estilo de Terence Young es evidente; en la época en que se rodó el interés era mostrar con todo detalle lo que sucedía, de ahí que en algunos momentos las secuencias pierdan agilidad por culpa de su intención de ser lo más detalladas posible.

Lo que es evidente es que estamos ante una cinta tremendamente violenta, con una cantidad de muertos importante. Aún no se había mecanizado tanto la dinámica de la saga, de manera que el desarrollo, siguiendo unas pautas claras, no resulta tan rígido como en entregas posteriores.

Lo que sí que chirrían un poco son algunos momentos donde se exageran un poco de más las habilidades de James Bond, que no resulta muy convincente, llegándose a excesos del todo evitables, que resultan incomprensibles en cuanto a su puntería o cómo los malos desaprovechan bastantes ocasiones para acabar con él, lo que deja a los villanos a un nivel de ineficacia bastante notable.

Atención a la pelea en el fondo del mar entre los buenos y los malos, muy bien orquestada, aunque algo larga para mi gusto, y que constituye la seña de identidad de la película, donde los combates más importantes suceden en el agua.

Lo que no falta, claro está, es el desfile de bellezas, algo descolorido por el paso del tiempo y el cambio de modas, pero que deja a las claras que el sexo era uno de los dos pilares sobre el que se asentaba el invento. Bond era el mejor agente en el plano profesional, insuperable en astucia y en el combate, y el seductor perfecto a nivel personal, con ese gusto por el lujo que será también su seña de identidad. Un prototipo que no ha cambiado demasiado y que demuestra que hay cosas que siempre funcionan.

No es una gran película, pero a los amantes de la serie les da la oportunidad de disfrutar de una entrega genuina, con todas las señas de identidad de los James Bond de los comienzos, donde la clave era el espectáculo, sin complejos ni complicaciones.

Por cierto, el tema principal de la película lo canta nada menos que Tom Jones.

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