Dirección: Terence Young.
Guión: Richard Maibaum y John Hopkins (Historia: Kevin McClory, Jack Whittingham e Ian Fleming).
Música: John Barry.
Fotografía: Ted Moore.
Reparto: Sean Connery, Claudine Auger, Adolfo Celi, Luciana Paluzzi, Rik Van Nutter, Bernard Lee, Martine Beswick, Guy Coleman, Molly Peters.
La organización secreta Spectra roba dos bombas atómicas a la OTAN y pide una cuantiosa cantidad a cambio de devolverlas. James Bond cree que la pista para encontrarlas se encuentra en las Bahamas.
Operación Trueno (1965) es la cuarta entrega de la saga, de nuevo con el eficaz Sean Connery al frente. En la dirección, tras la negativa de Guy Hamilton a repetir experiencia (había dirigido James Bond contra Goldfinger el año anterior) toma los mandos Terence Young, que demuestra su soltura para acometer el encargo de la entrega más ambiciosa, con un presupuesto desorbitado.
Sin embargo, a pesar del éxito de público, Operación Trueno está lejos de ser la mejor película de la serie y precisamente el problema es la ambición del proyecto, que acaba por perjudicar el ritmo de la aventura por la duración excesiva de muchas secuencias y, en general, de la película, que pretende abarcar demasiado y termina por resultar algo cansina.
Puede también que parte de la culpa la tenga el estilo tan diferente con el que se montan hoy en día las películas de este corte, con un montaje mucho más dinámico. El contraste con el estilo de Terence Young es evidente; en la época en que se rodó el interés era mostrar con todo detalle lo que sucedía, de ahí que en algunos momentos las secuencias pierdan agilidad por culpa de su intención de ser lo más detalladas posible.
Lo que es evidente es que estamos ante una cinta tremendamente violenta, con una cantidad de muertos importante. Aún no se había mecanizado tanto la dinámica de la saga, de manera que el desarrollo, siguiendo unas pautas claras, no resulta tan rígido como en entregas posteriores.
Lo que sí que chirrían un poco son algunos momentos donde se exageran un poco de más las habilidades de James Bond, que no resulta muy convincente, llegándose a excesos del todo evitables, que resultan incomprensibles en cuanto a su puntería o cómo los malos desaprovechan bastantes ocasiones para acabar con él, lo que deja a los villanos a un nivel de ineficacia bastante notable.
Atención a la pelea en el fondo del mar entre los buenos y los malos, muy bien orquestada, aunque algo larga para mi gusto, y que constituye la seña de identidad de la película, donde los combates más importantes suceden en el agua.
Lo que no falta, claro está, es el desfile de bellezas, algo descolorido por el paso del tiempo y el cambio de modas, pero que deja a las claras que el sexo era uno de los dos pilares sobre el que se asentaba el invento. Bond era el mejor agente en el plano profesional, insuperable en astucia y en el combate, y el seductor perfecto a nivel personal, con ese gusto por el lujo que será también su seña de identidad. Un prototipo que no ha cambiado demasiado y que demuestra que hay cosas que siempre funcionan.
No es una gran película, pero a los amantes de la serie les da la oportunidad de disfrutar de una entrega genuina, con todas las señas de identidad de los James Bond de los comienzos, donde la clave era el espectáculo, sin complejos ni complicaciones.
Por cierto, el tema principal de la película lo canta nada menos que Tom Jones.
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