Dirección: Steven Knight.
Guión: Steven Knight.
Música: Dickon Hinchliffe.
Fotografía: Haris Zambarloukos.
Reparto: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland, Bill Milner.
Ivan Locke (Tom Hardy) es el capataz en una importante obra, pero justo la víspera de un día decisivo para ese proyecto decide partir hacia Londres para estar junto a la mujer (Olivia Colman, solo la voz) que va a tener un hijo suyo.
Si hay una clara tendencia en el cine actual a llevar las películas a una simplificación acusada, sobre todo argumentalmente, Locke (2013) sin duda podría ser el ejemplo perfecto de esta tendencia: un trayecto en coche, un solo protagonista, al menos visible, y el drama desarrollado a través de la línea telefónica.
En apariencia, estamos ante una película que amenaza con ser un tostón aburrido por lo limitado del planteamiento, pero no lo es. El mérito está en un guión muy bien trabajado que, a pesar de su sencillez y de los escasos medios empleados para llevarlo a la pantalla, consigue mantener nuestro interés sin necesidad de dramatismos ni de tener que forzar la cosas. Es lo bueno de un argumento con sentido común, coherente y sobre todo muy humano.
Ivan termina su jornada laboral y duda en si tomar el camino de regreso a casa o viajar hasta Londres, donde una compañera de trabajo con la que se acostó una vez va a tener un hijo suyo. Empujado por lo que considera que es su deber, a lo que le ayuda que su propio padre lo abandonara siendo niño, Ivan decide ir a Londres y estar junto a Bethan, una mujer que no tiene a nadie que pueda estar a su lado en el parto.
Lógicamente, Ivan sabe que esa decisión tendrá inevitables consecuencias, tanto personales como profesionales, pero su responsabilidad le impide eludir su deber.
Pronto descubre la primera mala noticia: al dejar el trabajo justo en vísperas de una delicada operación que requiere de su presencia, Ivan es despedido. Sin embargo, él sigue tomando las decisiones que cree correctas y no deja abandonada la obra, dando instrucciones para que, a pesar de su ausencia, todo salga como debe y el trabajo se realice sin contratiempos.
Con respecto a su familia, en cuanto le confiesa a su esposa Katrina (Ruth Wilson, solo la voz) que le ha sido infiel una vez y que fruto de ello va a ser padre, el drama también le sacude a nivel personal. Aunque intenta explicar lo sucedido, Katrina ni lo entiende ni lo perdona y más cuando se entera que Ivan, en medio de ese problema personal, sigue ocupándose de la obra. Para ella, es una prueba de lo poco que parece importarle su familia.
Así pues, en una sola noche la vida de Ivan salta por los aires. Y sin embargo, tenemos la sensación de que no ha fracasado. Porque ha hecho lo correcto. Se entiende que sus actos tengan sus consecuencias, pero al menos ha demostrado integridad y valor y eso lo redime de su falta.
Sin adornos de ningún tipo, ajustando la duración de la película al viaje de Ivan, a Steven Knight hay que reconocerle el mérito de evitar que la historia resulte un tostón. Es más, sin ahondar en el drama, logramos empatizar con él y comprendemos la coherencia de sus actos.
Es cierto que la película no está libre de pequeños defectos, como esas conversaciones con el padre muerto que se repiten innecesariamente, lo que lleva a que resulten algo repetitivas. Tampoco el personaje de Bethan me pareció muy bien dibujado, dando la sensación de ser una mujer terriblemente inmadura, a pesar de tener unos cuarenta y tres años. Sus conversaciones con Ivan son realmente las más flojas de todas.
En cuanto al trabajo de Tom Hardy, el único actor al que vemos en la cinta, no me pareció nada del otro mundo. Es cierto que lleva el peso de la película, pero esta se defiende no por su trabajo, bastante normalito, sino por un guión bastante sólido que es el que en realidad evita que la historia llegue a aburrirnos.
A pesar de sus méritos, creo que Locke no termina de cuajar precisamente por ser víctima de su planteamiento tan original, que determina todo el desarrollo y convierte, se quiera o no, un drama con muchas posibilidades en algo excesivamente artificial y no exento de limitaciones, como la reiteración de las llamadas telefónicas o la monotonía del viaje. Quizá sin forzar tanto las cosas hubiéramos salido ganando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario