El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 12 de junio de 2023

Sangre en la sierra



Dirección: George Sherman.

Guión: Winston Miller (Historia: Kenneth Perkins).

Música: Marlin Skiles.

Fotografía: Edward Cronjaeger.

Reparto: Robert Young, Marguerite Chapman, Willard Parker, Akin Tamiroff, Barton MacLane, Mike Mazurki, Robert Barrat, Clem Bevans. 

Acusado de tres asesinatos, Nick Buckley (Robert Young) intenta encontrar al testigo que puede exculparlo mientras escapa del shérif y sus hombres.

Sangre en la sierra (1948) es un film realmente modesto que arranca de manera prometedora para ir cayendo poco a poco hasta un final algo chapucero.

Quizá lo más significativo de este western es el amor que profesa el protagonista por los animales. Primero lo vemos con su yegua embarazada, con todos los cuidados que le proporciona, y luego lo mismo con la cría. Es la nota más original de la película y proporciona algunos momentos realmente hermosos.

Junto a estos detalles tiernos, el film arranca con el asesinato de dos mineros para robarles el mapa de una mina recién encontrada. Por una serie de casualidades, Nick parece ser el asesino, por lo que deberá intentar demostrar su inocencia, para lo que cuenta con la inestimable ayuda de Luella (Marguerite Chapman), una joven que se dedica a viajar por la región vendiendo mercancías de lo más diversas y que se enamorará de Nick.

El hombre inocente acusado injustamente de asesinato y que además tiene muy difícil probar su inocencia es pues el punto de partida de Sangre en la sierra y parece prometer un desarrollo apasionante. Y al comienzo el film responde a las expectativas dentro de una puesta en escena bastante simple. El problema es que la parte central de la película va perdiendo intensidad, a pesar de que al protagonista no paran de sucederle desgracias. Sin embargo, la falta tensión en toda esta parte y un par de situaciones que se repiten, además de la resolución de los problemas de Nick de manera no muy brillante, llevan a un desarrollo que se va haciendo pesado a medida que avanzan los minutos.

Tampoco el guión se muestra muy propenso a definir a los personajes en profundidad, de manera que es muy poco lo que sabemos de todos ellos, lo que es un elemento que penaliza también la tensión de la historia.

Queda entonces solamente esperar el desenlace, pues la búsqueda del hombre que puede ayudar a Nick a probar su inocencia, Tex Brandaw (Barton MacLane), aún mantiene cierta tensión, pues además Tex es precisamente uno de los asesinos de los dos mineros. Sin embargo, el guión es precisamente ahora, en el desenlace, cuando más flaquea y toda la secuencia final se desarrolla de manera torpe, muy lenta, sin tensión y con una confesión final que resulta tan chapucera como oportuna y brinda en un segundo la solución a todos los problemas de Nick.

Solo queda un detalle: la formalización del romance entre Nick y Luella y de nuevo el guión se muestra escasamente imaginativo y precipita el final con el consabido beso.

Afortunadamente, contamos con Robert Young, no una gran figura pero sí un actor con cierto carisma que además me parece perfecto para encarnar a este vaquero amante de los animales y ciertamente honrado y muy buena persona. 

Al final, nos quedamos con algunos detalles aunque el conjunto resulta no ser demasiado sólido. Recomendable solamente para los apasionados del western.

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