El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 13 de junio de 2023

Quantez






Dirección: Harry Keller.

Guión: R. Wright Campbell (Historia: Anne Edwards y R. Wright Campbell).

Música: Herman Stein.

Fotografía: Carl E. Guthrie.

Reparto: Fred MacMurray, Dorothy Malone, James Barton, Sydney Chaplin, John Gavin, John Larch, Michael Ansara. 

Una banda de ladrones que huye a México con el botín del robo a un banco decide hacer un alto en el pueblo de Quantez, pero al llegar lo encuentran abandonado.

Quantez (1957) es un western con el enfoque novedoso que empezó a dársele al género en la década de los años cincuenta del siglo XX. De ahí que no domine la acción, sino más bien un punto de vista psicológico, con el retrato de un grupo de atracadores presionados por los indios y el desierto y su enfrentamiento en medio de esa tensión.

La idea en sí no es despreciable, el problema es que el guión la desarrolla de manera un tanto torpe. Mantener todo el peso y la emoción de la película con las tensiones de los protagonistas en el saloon de Quantez implica un argumento muy preciso y rico en recursos y no es el caso aquí.

Para empezar, la manera de mantener la tensión se reduce a repetir de manera consecutiva distintas amenazas del jefe de la banda, Heller (John Larch), hacia sus compañeros de aventura. Como sabemos que el enfrentamiento ha de resolverse solamente al final, es sencillo anticiparnos a los acontecimientos sabiendo que las amenazas se quedarán en nada. Ello provoca dos efectos, ambos molestos: se están disparando balas de fogueo, por lo que no causan gran impresión en el espectador, y los serios conflictos que se plantean convierten la convivencia más o menos pacífica que sigue a cada enfrentamiento en algo poco creíble.

Pero además, los diálogos son un tanto extraños, no sé bien si por un problema de traducción, pero suenan demasiado pomposos y por momentos resultan algo incomprensibles.

Incluso el recurso de adornar esta parte central de la película con la llegada del viejo artista (James Barton), que igual canta una canción que pinta un retrato, resulta más extraño que eficaz.

Da la impresión de que el guión encierra pretensiones de profundidad que desgraciadamente se quedan en algo confuso.

La prueba de que el guión es un tanto impreciso la tenemos con la muerte de Gato (Sydney Chaplin), un blanco criado con los indios que mientras está con los atracadores colabora con el grupo de pieles rojas que los persigue, y cuya muerte a manos de sus aliados resulta tan extraña como inexplicada.

El desenlace tampoco resulta especialmente brillante y en él se constata la poca pericia de Harry Keller para las escenas de acción.

En el lado positivo habría que señalar la presencia de Fred MacMurray que encaja muy bien en su papel de antiguo pistolero que ha decidido cambiar de vida, aunque de nuevo nos encontramos con la falta de explicaciones de por qué ha terminado robando un banco. En todo caso, su personaje es quizá lo más interesante, con ese toque trágico que le persigue y que finalmente le impedirá poder cumplir con sus sueños de redención.

Si su personaje está bien dibujado, algo menos precisos son sus compañeros. Heller es demasiado elemental en su furia como para poder tener la profundidad deseable. Más interesante es Teach (John Gavin), un tipo que pretende ser duro y que en el transcurso de los acontecimientos decide no seguir el camino de las armas. Por su parte, Chaney (Dorothy Malone) es un personaje algo más estereotipado, el de una mujer maltratada por la vida y unida a Heller por conveniencia, aunque éste se muestra muy cruel hacia ella. Finalmente, ella decide dejarlo e intentar reorientar su vida.

Quantez no es un gran western, tal vez tiene las raíces para serlo, pero ni el guión ni el director parecen los más idóneos para lograrlo. No es una película del todo desaprovechable, pero en conjunto no pasa de un ser un film mediocre.

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