El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 30 de junio de 2023

Un lugar en la cumbre



Dirección: Jack Clayton.

Guión: Neil Paterson (Novela: John Braine).

Música: Mario Nascimbene.

Fotografía: Freddie Francis (B&W).

Reparto: Simone Signoret, Laurence Harvey, Heather Sears, Donald Wolfit, Donald Houston, Hermione Baddeley, Allan Cuthbertson, Raymond Huntley, John Westbrook, Ambrosine Phillpotts. 

Joe Lampton (Laurence Harvey) llega a la ciudad de Warnley para trabajar en el ayuntamiento. Es un joven ambicioso y pronto se fija en la joven Susan (Heather Sears), la hija del hombre más rico del lugar y se propone conquistarla.

Brillante debut en un largometraje a cargo de Jack Cayton que nos ofrece un drama rotundo perfectamente hilvanado.

Un lugar en la cumbre (1959) refleja los intentos de un joven de clase obrera para hacerse un hueco en lo más alto de la pirámide social, algo que en la Inglaterra de la época era algo complicado, pues la sociedad británica se caracterizó siempre por su tremendo clasismo. Es un detalle que quedará patente a lo largo de la película con el trato que recibe Joe por parte de los padres de Susan, que no valoran su capacidad o su talento, sino simplemente lo encasillan como alguien ajeno a su clase y, por lo tanto, inferior y nada digno de pretender a su hija.

Sin embargo, los personajes clave de este drama son el propio Joe y Alice (Simone Signoret), una mujer infelizmente casada, que se enamorarán sin remedio partiendo de una simple amistad. Porque Alice es la consejera de Joe en sus intentos por enamorar a Susan, es con ella con la que se consuela y de esa amistad irá brotando el amor.

Para Alice, mucho mayor que Joe, es un soplo de aire fresco, es recuperar su estima y la alegría de vivir. Para Joe es todo un descubrimiento ya que pensaba que nunca podría sentir algo igual por nadie. Sin embargo, su amor resultará imposible precisamente por la rigidez moral de la sociedad, el miedo al escándalo que arruinaría la carrera profesional de Joe. La escena en que Alice se despide de Joe en la estación de tren, sospechando que será el último instante de felicidad a su lado, es realmente emotiva y muy triste. 

Al final, cuando Joe consigue lo que quería, casarse con Susan y alcanzar la cumbre social y económica, será a costa de su felicidad, de su verdadero amor. Un precio demasiado alto.

Con un guión muy inteligente, Un lugar en la cumbre consigue retratar con precisión a los protagonistas de la historia sin excederse en el drama, pero dejando patente el sufrimiento de cada uno de ellos, sus deseos, sus debilidades. No es una visión simple de las cosas ni de las personas, de ahí la profundidad del relato, su grandeza, y de ahí también el que, aunque apegado a una época y una sociedad muy concretas, no haya perdido nada de actualidad, pues las pasiones de los protagonistas son universales, así como la ambición de Joe, los sueños infantiles y románticos de Susan y el deseo de amar y ser amada de Alice. 

Por eso los comprendemos tan bien y por eso nos es imposible juzgarlos, porque sus debilidades son también las de toda persona, lo mismo que su deseo de ser felices, a veces contentándose con poco, otras muchas soñando con lo mejor, que en el fondo es una aspiración legítima y lo que hace avanzar el mundo. Además, Joe no es una mala persona. Es ambicioso, pero es noble a su manera y solamente cuando todo se pone en su contra se da por vencido y se deja llevar por el camino más fácil, dejando a Alice, con todo el dolor que eso le causa.

Dentro de un reparto que funciona de maravilla, incluido Laurence Harvey, un actor que no me parece demasiado expresivo, hay que destacar sin duda la magnífica interpretación de Simone Signoret, impresionante en su encarnación de una mujer madura a la vez segura y frágil, feliz al lado de Joe pero tremendamente triste al ser consciente de una realidad que la supera y al final la derrota. Su trabajo fue merecidamente recompensado con el Oscar a la mejor actriz. Junto a ese premio, la película también se llevó un segundo Oscar al mejor guión adaptado, sin duda la sólida base en la que el director despliega su talento, con una puesta en escena tan sencilla como eficaz.

Sin duda, Un lugar en la cumbre es un film enorme, un retrato preciso y muy sensible de la naturaleza humana, sin excesos, pero directo como un gancho a la mandíbula.

En 1965, se realizó una secuela o continuación de la película en Vivir en la cumbre (Ted Kotcheff), también con Laurence Harvey como protagonista.

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