El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 6 de junio de 2023

El perfecto anfitrión



Dirección: Nick Tomnay.

Guión: Nick Tomnay y Krishna Jones.

Música: John Swihart.

Fotografía: John Brawley.

Reparto: David Hyde Pierce, Clayne Crawford, Nathaniel Parker, Meghan Perry, Helen Reddy. 

Tras atracar un banco y huyendo de la policía, John Taylor (Clayne Crawford) se refugia en casa de Warwick Wilson (David Hyde Pierce) con la excusa de conocer a una amiga de éste.

Esperaba bastante más de El perfecto anfitrión (2010), un thriller que parece anunciar un escenario para derivar después en una elegante tomadura de pelo.

Para aquellos que no han visto la película y sin embargo están leyendo esta opinión, no desvelaré los detalles de la trama, pues arruinaría la sorpresa que seguramente para muchos constituya un ejercicio inteligente y original. 

Y en efecto, a El perfecto anfitrión no se le puede negar la originalidad del guión, seguramente una de esas historias que difícilmente hemos visto con anterioridad. El problema viene a ser uno de los males que aquejan al cine actual: mucho ruido y pocas nueces. No es exclusivo de esta cinta, pero tampoco es que sirva de excusa.

Si analizamos el guión con un mínimo de espíritu crítico nos damos cuenta enseguida que es un disparate. Otros dirían que es un juego. El caso es que plantea una situación surrealista difícil de digerir.

Pero podemos pasar este hecho por alto argumentando que las películas de ciencia ficción también se basan la mayoría en argumentos imposibles y sin embargo consiguen resultados espectaculares. Y es que el defecto de El perfecto anfitrión no es su guión absurdo, sino que es una película que no ofrece gran cosa. El desarrollo es repetitivo y llega un momento en que cansa; no sentimos apego por los personajes, pues John se muestra agresivo sin necesidad y hace que caiga antipático al instante y Warwick... en fin, mejor no desvelar cómo es, si bien el guión muestra sus cartas demasiado pronto, con lo que mata el posible suspense a las primeras de cambio.

Luego, no sé con qué excusa, el argumento se vuelve tramposo a propósito y la sensación de haber sido manipulados es tan fuerte que nos pone en contra de Nick Tomnay por embustero y farsante, con lo que todo lo que sucede a partir del engaño carece ya de interés, porque nos hemos puesto a la defensiva y cuánto se nos cuenta lo miramos con desconfianza. Es imposible sentir la película, meterse en su historia ante esa sensación de estar en una partida en la que el oponente juega con cartas marcadas.

Lo único realmente salvable de la película es la presencia de David Hyde Pierce, el simpático Niles de la serie Frasier(1993-2004), que es en realidad la excusa que me llevó a ver El perfecto anfitrión. Y hay que reconocer que al menos su interpretación resulta fascinante, llena de matices y que al final es lo que mínimamente salva del ridículo total la película.

Salvo para espectadores amantes de argumentos que rozan el esperpento, no recomiendo a nadie con un mínimo de criterio que vea esta película.

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