Dirección: Nick Tomnay.
Guión: Nick Tomnay y Krishna Jones.
Música: John Swihart.
Fotografía: John Brawley.
Reparto: David Hyde Pierce, Clayne Crawford, Nathaniel Parker, Meghan Perry, Helen Reddy.
Tras atracar un banco y huyendo de la policía, John Taylor (Clayne Crawford) se refugia en casa de Warwick Wilson (David Hyde Pierce) con la excusa de conocer a una amiga de éste.
Esperaba bastante más de El perfecto anfitrión (2010), un thriller que parece anunciar un escenario para derivar después en una elegante tomadura de pelo.
Para aquellos que no han visto la película y sin embargo están leyendo esta opinión, no desvelaré los detalles de la trama, pues arruinaría la sorpresa que seguramente para muchos constituya un ejercicio inteligente y original.
Y en efecto, a El perfecto anfitrión no se le puede negar la originalidad del guión, seguramente una de esas historias que difícilmente hemos visto con anterioridad. El problema viene a ser uno de los males que aquejan al cine actual: mucho ruido y pocas nueces. No es exclusivo de esta cinta, pero tampoco es que sirva de excusa.
Si analizamos el guión con un mínimo de espíritu crítico nos damos cuenta enseguida que es un disparate. Otros dirían que es un juego. El caso es que plantea una situación surrealista difícil de digerir.
Pero podemos pasar este hecho por alto argumentando que las películas de ciencia ficción también se basan la mayoría en argumentos imposibles y sin embargo consiguen resultados espectaculares. Y es que el defecto de El perfecto anfitrión no es su guión absurdo, sino que es una película que no ofrece gran cosa. El desarrollo es repetitivo y llega un momento en que cansa; no sentimos apego por los personajes, pues John se muestra agresivo sin necesidad y hace que caiga antipático al instante y Warwick... en fin, mejor no desvelar cómo es, si bien el guión muestra sus cartas demasiado pronto, con lo que mata el posible suspense a las primeras de cambio.
Luego, no sé con qué excusa, el argumento se vuelve tramposo a propósito y la sensación de haber sido manipulados es tan fuerte que nos pone en contra de Nick Tomnay por embustero y farsante, con lo que todo lo que sucede a partir del engaño carece ya de interés, porque nos hemos puesto a la defensiva y cuánto se nos cuenta lo miramos con desconfianza. Es imposible sentir la película, meterse en su historia ante esa sensación de estar en una partida en la que el oponente juega con cartas marcadas.
Lo único realmente salvable de la película es la presencia de David Hyde Pierce, el simpático Niles de la serie Frasier(1993-2004), que es en realidad la excusa que me llevó a ver El perfecto anfitrión. Y hay que reconocer que al menos su interpretación resulta fascinante, llena de matices y que al final es lo que mínimamente salva del ridículo total la película.
Salvo para espectadores amantes de argumentos que rozan el esperpento, no recomiendo a nadie con un mínimo de criterio que vea esta película.
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