El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 19 de mayo de 2023

Agatha y la verdad del crimen



Dirección: Terry Loane.

Guión: Tom Dalton.

Música: Andrew Simon McAllister.

Fotografía: Damien Elliott.

Reparto: Ruth Bradley, Pippa Haywood, Dean Andrews, Bebe Cave, Blake Harrison, Tim McInnerny, Luke Pierre, Joshua Silver, Samantha Spiro, Ralph Ineson, Michael McElhatton.

Una enfermera (Pippa Haywood) le pide ayuda a Agatha Christie para que le ayude a resolver el asesinato de su pareja, ocurrido seis años atrás. Aunque al principio la escritora se niega, más tarde se interesará por el caso.

En diciembre de 1926, Agatha Christie estuvo desaparecida durante once días. Como cuando la encontraron, la escritora parecía haber sufrido de amnesia y nunca se llegó a aclarar del todo lo que pudo haber sucedido en ese período de tiempo y aquí es de donde el guión obtiene la excusa para fantasear con lo que podría haber pasado. 

La premisa es clara: involucrar a la escritora por antonomasia de novelas de crímenes en la resolución de uno ejerciendo de detective. La verdad, no veo el interés especial de crear esta fantasía utilizando a Agatha Christie como protagonista, hubiera servido cualquier otro personaje ficticio y la película no habría sido en absoluto diferente. Imagino cuestiones de marketing, pues contar con un nombre famoso, aunque se trate de un relato inventado, resulta más llamativo.

A nivel de producción, Agatha y la verdad del crimen (2018) resulta más que correcta en todos los apartados. Nada hace pensar en una película para la televisión, que es lo que es esta película, pues solemos imaginar productos de menos calidad.

El tema de la investigación sigue las pautas típicas que encontramos en las novelas de la escritora: varios sospechosos reunidos en un espacio cerrado y, a base de interrogatorios, la escritora intentará encontrar al culpable. Incluso el guión recurre al viejo truco de crear personajes antipáticos a propósito para que enfoquemos las sospechas sobre ellos. El problema es que en el planteamiento y desarrollo de la trama el guión no se muestra especialmente brillante. Para empezar, cuesta entender el motivo del interés de la escritora, que además estaba atravesando problemas en su matrimonio en esos momentos, para involucrarse en una aventura tan extraña.

Pero aceptando este hecho, el problema es que el desarrollo de la investigación no tiene mucho interés, no resulta apasionante y se resuelve casi por arte de magia, sin que los espectadores hubiéramos participado de los avances y sospechas de Agatha. Sencillamente reúne con los culpables, los acusa y confiesan. Pero además, en el proceso, la escritora se muestra bastante torpe en sus sospechas, con lo que no obtenemos una buena imagen de sus dotes deductivas.

Pero hay un detalle aún más interesante y es la muerte de un sospechoso, lo que plantea una cuestión moral importante: ¿fue lícito utilizar una mentira para reunir a los sospechosos para interrogarlos, con el resultado de una muerte? Para evitar que pudiéramos culpar de irresponsable a Agatha, el guión soluciona el dilema haciendo que el difunto fuera un ser odioso cuya muerte resulta más que merecida, con lo que tenemos un film moralista además.

Y otro inconveniente añadido es que la exposición de los hechos es muy confusa. El director debería ser consciente de que en este tipo de tramas todo lo que no se ve, tiende a perderse. Así que cuando en los diálogos se empiezan a citar nombres, lo normal es que mucha gente pierda el hilo; y más cuando a una persona se le llama por su nombre y acto seguido se utiliza el apellido, lo que aumenta el desconcierto, pues podemos pensar que se trata de otra persona sino hemos memorizado bien los nombres, algo complicado por la cantidad de personajes implicados. El director habría debido utilizar algún truco para mostrar de quién se está hablando, con lo que se evitarían confusiones o despistes. 

Curiosamente, la historia logra los mejores momentos en cuando se centra en temas personales de la escritora, que es cuando podemos disfrutar de un acercamiento más íntimo a los personajes y escuchamos los diálogos más profundos.

A pesar de que es una obra imperfecta, creo que en líneas generales es un film muy agradable de ver, con el suficiente aliciente y una bonita puesta en escena para mantenernos involucrados hasta el final.

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