El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 23 de mayo de 2023

Jubal



Dirección: Delmer Daves.

Guión: Russell S. Hughes y Delmer Daves (Novela: Paul I. Wellman).

Música: David Raksin.

Fotografía: Charles Lawton, Jr.

Reparto: Glenn Ford, Ernest Borgnine, Rod Steiger, Valerie French, Felicia Farr, Basil Ruysdael, Noah Beery Jr., Charles Bronson, John Dierkes, Jack Elam, Robert Burton. 

Shea Horgan (Ernest Borgnine), un ranchero, encuentra a un hombre (Glenn Ford) desfacellido en el camino y lo lleva a su casa. Cuando se recupera, le ofrece un puesto de trabajo.

Puede que Delmer Daves no destaque entre los mejores directores de la historia, pero sí que era capaz de algunas obras muy sólidas, como Jubal (1956), un drama intenso y profundo.

El guión se basa en una novela que se inspira directamente del "Otelo" de William Shakespeare, lo que nos da ya una clara idea de por dónde iban los tiros en el western a partir de la década de los 50 del siglo XX. Los tradicionales conflictos del género se retuercen y se enriquecen con tramas propias de los dramas más sofisticados, de manera que el western será un vehículo para nuevas historias.

Jubal (Glenn Ford) es un vaquero atípico, traumatizado desde la infancia por el rechazo de su madre, que deseaba verlo muerto, y la prematura muerte de su padre, la única persona en su vida que lo ayudó, hasta que encuentra a Shea, un buen hombre que le ofrece trabajo y su confianza. Por ello, Jubal rechaza las insinuaciones de Mae (Valerie French), la esposa insatisfecha y promiscua de su patrón. 

Sin embargo, las mentiras de Pinky (Rod Steiger), que odia y envidia a Jubal, siembran las dudas en Shea. Y cuando Mae, mintiendo para hacerle daño a su esposo y a Jubal por rechazarla, afirma que se ha acostado con Jubal, Shea se vuelve loco de celos, sin atender a razones, lo que desencadena la tragedia.

La profundidad de los conflictos, que tiene un magnífico reflejo en unos diálogos realmente inusuales en un western, donde los personajes desnudan su alma y muestran abiertamente los traumas, deseos y vicios, nos da una película donde el drama es interior y la violencia nunca es gratuita.

Delmer Daves además sabe acompañar la densidad del relato con unas imágenes potentes, que captan en las miradas y los silencios la esencia de cada situación. Además, dado que se trata de un western anormalmente pausado, sin escenas violentas ni tiroteos, es de admirar el acierto a la hora de mantener el ritmo y la tensión en todo momento, de manera que la trama nos engancha desde el principio y nos mantiene absortos en el drama sin pestañear, incluso en algunas escenas donde los diálogos se prolongan más allá de lo que parece aconsejable.

Sin duda, un western atípico, con un reparto soberbio donde destacan el magnífico Ernest Borgnine y Rod Steiger, en uno de esos papeles que le iban como anillo al dedo, y con la grata sorpresa de ver a Glenn Ford realmente sólido.

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