El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 12 de mayo de 2023

Música y lágrimas



Dirección: Anthony Mann.

Guión: Valentine Davies y Oscar Brodney.

Música: Glenn Miller, Joseph Gershenson y Henry Mancini.

Fotografía: William Daniels.

Reparto: James Stewart, June Allyson, Henry Morgan, Charles Drake, George Tobias, Barton MacLane, Sig Ruman, Irving Bacon, James Bell, Kathleen Lockhart, Katharine Warren, Frances Langford, Louis Armstrong, Ben Pollack, Gene Krupa.

El joven músico Glenn Miller (James Stewart) intenta salir adelante haciendo cualquier trabajo que le permita ganar unos dólares con los que ir tirando mientras espera algún buen contrato como trompetista y sueña con crear su propio sonido algún día.

Nueva colaboración de Anthony Mann y James Stewart aunque ahora lejos del universo del western, donde más brillaron juntos. Música y lágrimas (1953) es la biografía del célebre Glenn Miller, cuando las grandes bandas eran tendencia.

Música y lágrimas es un acercamiento extremadamente amable a la figura de Glenn Miller, incluso podría ser excesiva en su tono complaciente y, vista en la actualidad, algunos momentos podrían catalogarse de cursis. En general es verdad pero sinceramente es tal la alegría y optimismo que transmite la película, al menos hasta los últimos diez minutos, que poco importan las licencias cometidas y el tono angelical del conjunto, porque el resultado no deja de ser reconfortante.

Eso sí, la cinta tiene dos partes claramente diferenciadas: cuando Glenn Miller aún no alcanzó el éxito y vemos las dificultades por las que tenía que pasar, siempre al borde de la ruina económica, y al mismo tiempo asistimos a su romance con Helen (June Allyson) y una segunda mitad, con Miller ya triunfando donde el guión se vuelca más en sus éxitos musicales.

Decididamente, la primera parte es con diferencia lo mejor de la cinta porque el guión se centra más en las personas y no en el personaje y aquí la historia resulta conmovedora y tierna, amable y muy divertida por momentos y en especial habría que destacar la peculiar y maravillosa historia de amor de los protagonistas, una historia realmente sorprendente que nos cuenta un amor de película, tan increíble como maravilloso. Además contamos con el dramatismo, enfocado siempre con cierta suavidad, de los apuros de Glenn y cómo el apoyo incondicional y decidido de Helen le dan el empujón que necesitaba para seguir luchando. 

Si este arranque funciona además tan bien es gracias a una maravillosa June Allyson que llena la pantalla con su mirada radiante y una sonrisa que contagia vitalidad y ternura. James Stewart, como de costumbre, está impecable aunque cueste un poco imaginarlo como un jovencito Glenn Miller.

Es, desde luego, esa primera parte la verdaderamente más interesante de la cinta y es que en la continuación se abusa un poco de los números musicales, muy bien presentados, pero que alargan un poco en exceso el relato y más teniendo en cuenta que esa segunda mitad carece ya del encanto de la primera.

Anthony Mann de todos modos demuestra una gran pulso a la hora de contar la historia y, salvo por la duración, el film transcurre de manera bastante fluida.

Más allá del paso del tiempo o del tono tan adulador hacia el protagonista, Música y lágrimas conserva un encanto único y transmite un optimismo tan contagioso que ni el final puede empañarlo.

La película se llevó el Oscar al mejor sonido.

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