Dirección: Anthony Mann.
Guión: Valentine Davies y Oscar Brodney.
Música: Glenn Miller, Joseph Gershenson y Henry Mancini.
Fotografía: William Daniels.
Reparto: James Stewart, June Allyson, Henry Morgan, Charles Drake, George Tobias, Barton MacLane, Sig Ruman, Irving Bacon, James Bell, Kathleen Lockhart, Katharine Warren, Frances Langford, Louis Armstrong, Ben Pollack, Gene Krupa.
El joven músico Glenn Miller (James Stewart) intenta salir adelante haciendo cualquier trabajo que le permita ganar unos dólares con los que ir tirando mientras espera algún buen contrato como trompetista y sueña con crear su propio sonido algún día.
Nueva colaboración de Anthony Mann y James Stewart aunque ahora lejos del universo del western, donde más brillaron juntos. Música y lágrimas (1953) es la biografía del célebre Glenn Miller, cuando las grandes bandas eran tendencia.
Música y lágrimas es un acercamiento extremadamente amable a la figura de Glenn Miller, incluso podría ser excesiva en su tono complaciente y, vista en la actualidad, algunos momentos podrían catalogarse de cursis. En general es verdad pero sinceramente es tal la alegría y optimismo que transmite la película, al menos hasta los últimos diez minutos, que poco importan las licencias cometidas y el tono angelical del conjunto, porque el resultado no deja de ser reconfortante.
Eso sí, la cinta tiene dos partes claramente diferenciadas: cuando Glenn Miller aún no alcanzó el éxito y vemos las dificultades por las que tenía que pasar, siempre al borde de la ruina económica, y al mismo tiempo asistimos a su romance con Helen (June Allyson) y una segunda mitad, con Miller ya triunfando donde el guión se vuelca más en sus éxitos musicales.
Decididamente, la primera parte es con diferencia lo mejor de la cinta porque el guión se centra más en las personas y no en el personaje y aquí la historia resulta conmovedora y tierna, amable y muy divertida por momentos y en especial habría que destacar la peculiar y maravillosa historia de amor de los protagonistas, una historia realmente sorprendente que nos cuenta un amor de película, tan increíble como maravilloso. Además contamos con el dramatismo, enfocado siempre con cierta suavidad, de los apuros de Glenn y cómo el apoyo incondicional y decidido de Helen le dan el empujón que necesitaba para seguir luchando.
Si este arranque funciona además tan bien es gracias a una maravillosa June Allyson que llena la pantalla con su mirada radiante y una sonrisa que contagia vitalidad y ternura. James Stewart, como de costumbre, está impecable aunque cueste un poco imaginarlo como un jovencito Glenn Miller.
Es, desde luego, esa primera parte la verdaderamente más interesante de la cinta y es que en la continuación se abusa un poco de los números musicales, muy bien presentados, pero que alargan un poco en exceso el relato y más teniendo en cuenta que esa segunda mitad carece ya del encanto de la primera.
Anthony Mann de todos modos demuestra una gran pulso a la hora de contar la historia y, salvo por la duración, el film transcurre de manera bastante fluida.
Más allá del paso del tiempo o del tono tan adulador hacia el protagonista, Música y lágrimas conserva un encanto único y transmite un optimismo tan contagioso que ni el final puede empañarlo.
La película se llevó el Oscar al mejor sonido.
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