Dirección: Douglas Sirk.
Guión: George Zuckerman (Novela: Robert Wilder).
Música: Frank Skinner.
Fotografía: Russell Metty.
Reparto: Rock Hudson, Lauren Bacall, Robert Stack, Dorothy Malone, Robert Keith, Grant Williams, Robert J. Wilke, Edward C. Platt, Harry Shannon, John Larch.
Kyle Hadley (Robert Stack), hijo de un magnate del petróleo y bebedor empedernido, conoce a Lucy Moore (Lauren Bacall) y se enamora al instante de ella. El problema es que su mejor amigo, Mitch (Rock Hudson) también se enamorará de Lucy. Ella terminará casándose con Kyle, que a su lado cambiará por completo.
Douglas Sirk, director alemán que como muchos compatriotas llegó a Hollywood huyendo del nazismo, se convirtió por méritos propios en el rey del melodrama, con películas como Solo el cielo lo sabe (1956), Imitación a la vida (1959) y esta, Escrito sobre el viento (1956), para muchos su obra cumbre.
No se puede negar la solidez de Escrito sobre el viento, tanto a nivel argumental como en una puesta en escena impecable, donde se demuestran las habilidades del director para montar unos melodramas que funcionan con precisión gracias a una profundización meticulosa en las debilidades humanas, creando personajes poderosos en sus pasiones y en sus tormentos, como ejemplifican de manera impecable Kyle, atormentado por no poder estar a la altura de su padre (Robert Keith) ni a la de su mejor amigo, y su hermana Marylee (Dorothy Malone), caprichosa niña mimada que al no conseguir el amor de Mitch se lanza en brazos de cualquiera.
Douglas Sirk también se apoya para subrayar el drama en una poderosa banda sonora y una fotografía que enfatiza con los tonos empleados los dramas que están a punto de suceder.
Todo ello le da a Escrito sobre el viento una innegable fuerza expresiva, donde las tensiones van creciendo lentamente hasta la explosión final, sin que parezca que nada ni nadie pueda desviar el fatal desenlace que se adivina, como si una especie de maldición se cerniera sobre unos personajes incapaces de escapar de sus flaquezas.
Sin embargo, toda esta fuerza del destino, esta sucesión de acontecimientos desgraciados, estas premoniciones imposibles de evitar le dan un tono tan excesivo al drama que lo hacen muy deudor de su momento, algo que delatan unos diálogos fuertemente arcaicos. Vista hoy en día la película resulta algo teatral y el drama demasiado forzado como para que lo sintamos del todo creíble. Ello no resta validez a la propuesta ni méritos al trabajo de Douglas Sirk, pero es evidente que en dramas así el paso del tiempo tiene un efecto más fuerte que en otro tipo de películas.
Hay que destacar también el excelente reparto encabezado por Rock Hudson, un habitual en los dramas de Sirk, y cuya presencia se imponía con contundencia, y muy bien secundado por un genial Robert Stack y la maravillosa Dorothy Malone, ganadora nada menos que del Oscar a la mejor actriz secundaria por su papel de malvada niña rica caprichosa. A Lauren Bacall, sin embargo, me cuesta más verla en el papel asignado, pues no me parece de esas bellezas que cautiven a los hombres en un segundo.
En conclusión, estamos ante un clásico del melodrama de esos años cincuenta, con todas las virtudes de un argumento llevado al extremo y, por consiguiente, las dudas de verosimilitud que me genera hoy en día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario