Dirección: Marcel Carné.
Guión: Jacques Prévert (Novela: Pierre Mac Orlan).
Música: Maurice Jaubert.
Fotografía: E. Schüfftan (B&W).
Reparto: Jean Gabin, Michel Simon, Michèle Morgan, Pierre Brasseur, Genin, Perez, Legris, Martial Rèbe, Jenny Burnay, Delmont, Aimos, Le Vigan.
Jean (Jean Gabin), desertor del ejército francés, llega a Le Havre con la intención de coger un barco para escapar de Francia. La noche de su llegada conoce a Nelly (Michèle Morgan) y ambos se enamoran.
El realismo poético fue un movimiento francés de la década de los 30 del siglo XX que, influenciado por el expresionismo alemán, las vanguardias y la literatura naturalista, intentaba ofrecer una imagen alterada de la realidad, recreada por el artista. Normalmente, las películas inscritas en esta corriente reflejan unos personajes marginales, perdedores y el mensaje no ofrece mucho lugar a la esperanza.
Dentro de este movimiento, destacó Marcel Carné que, en colaboración con el poeta surrealista Jacques Prévert, creó algunos de los títulos imprescindibles del género como El muelle de las brumas (1938).
La película cuenta la historia de Jean, un inadaptado, un tipo solitario y de mal carácter que llega al puerto de Le Havre tras desertar del ejército buscando el modo de huir del país. No tiene dinero, pero encuentra la ayuda de buenas personas, también marginales, que le ofrecen comida y ropa. Pero el gran cambio en su vida tiene lugar cuando conoce a Nelly, una joven de diecisiete años tan infeliz como él. Juntos pasan una noche maravillosa, la mejor de sus vidas, lo que refleja claramente la miserable existencia de ambos. Pero el destino, que pende sobre ellos sin piedad, no permitirá que esa felicidad dure mucho más. Con la llegada del nuevo día, la tragedia apaga los sueños.
Con una puesta en escena sobria, Marcel Carné nos lleva por los bajos fondos de Le Havre, poblados por borrachos, matones de poca monta, asesinos... Pero también hay buenas personas, que no preguntan, no juzgan, solo ofrecen su ayuda desinteresadamente, porque en el fondo, el dolor se reconoce y un poco de consuelo es mucho.
La fotografía en blanco y negro y los lugares apartados de los muelles ofrecen un ambiente lúgubre, miserable y los diálogos están cargados de desesperación y de ilusiones tan sencillas como imposibles.
El muelle de las brumas no ofrece espacio para la esperanza, todo es inestable, frágil y a lo más que se puede aspirar es a una noche de felicidad. Con eso puede ser suficiente, o no.
Melancólica, derrotista, sombría y desesperada, violenta y sin sentido, El muelle de las brumas es tan triste como extrañamente hermosa.
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