Dirección: Dominic Cooke.
Guión: Tom O'Connor.
Música: Abel Korzeniowski.
Fotografía: Sean Bobbitt.
Reparto: Benedict Cumberbatch, Merab Ninidze, Rachel Brosnahan, Jessie Buckley, Angus Wright, Zeljko Ivanek, Kirill Pigorov, Anton Lesser, Maria Mironova, Vladimir Chuprikov.
Cuando el coronel Oleg Penkovsky (Merab Ninidze) se ofrece a proporcionar información a Occidente que ayude a frenar la amenaza de una guerra nuclear, el MI6 y la CIA buscan a un hombre que esté libre de toda sospecha para poder hacer de correo entre ellos y el coronel y deciden que el empresario Grenville Wynne (Benedict Cumberbatch) es la persona idónea.
El cine de espionaje siempre me gustó, y me refiero a producciones serias, no a las del estilo de James Bond, que son una caricatura, aunque a veces no consiguen el nivel deseado. Pero con El espía inglés (2020) me he llevado una agradable sorpresa y precisamente allí donde no me lo esperaba; porque normalmente lo interesante de este tipo de historias suele ser la parte de la intriga, pero en la película de Dominic Cooke lo verdaderamente notable es el retrato de la amistad que nace entre el coronel Penkovsky y Wynne.
Basada en hechos reales, lo que le da un peso específico propio a la película, El espía inglés tiene el acierto y la originalidad de dejar la trama del espionaje en un segundo plano para mostrarnos el lado humano de la situación. Wynne entra en el juego porque le aseguran que no correrá peligro y que solo ha de hacer de correo, sin ni siquiera conocer el detalle de los documentos que transporta. Es su falta de profesionalidad lo que lo convierte en idóneo, pues nadie sospechará de él. Pero Wynne es un hombre corriente y la situación puede con sus nervios y además, al deber mantener ocultas sus actividades incluso a su esposa (Jessie Buckley), esto hará que la mujer sospeche que su marido la engaña.
Pero lo más bonito es la relación de amistad que va naciendo entre el coronel y Wynne, una amistad sincera, basada en el inevitable acercamiento personal, donde van conociendo a sus respectivas familias, su ilusiones y su miedos. Wynne es un buen hombre y el coronel también, por eso revela secretos militares, porque comprende la locura que podría desatar un hombre como Kruschev. Y el miedo que nos invade durante toda la cinta es por ver a dos buenas personas en medio de los lobos.
Si el comienzo de la película puede resultar algo lento y frío, en la segunda parte la película alcanza los momentos más intensos. El desenlace es terrible, alejado quizá de lo que habría sido de tratarse de una ficción y por eso resulta tan impactante y doloroso. Y es en estos instantes donde apreciamos el talento inmenso de Benedict Cumberbatch, que realiza una interpretación que nos deja sin respiración.
Tal vez se puede echar de menos que la intensidad de algunos momentos no esté presente a lo largo de toda la película o que escenas como la del ballet, verdaderamente hermosa y emotiva, sean únicas a lo largo del film. Es quizá la única pega que se pueda hacer a Dominic Cooke que, si bien hace un trabajo admirable en cuanto a ritmo y exposición, sí que peca de demasiado británico en líneas generales.
Pero de todos modos, estamos ante un relato lleno de contenido y realmente conmovedor que nos muestra un aspecto poco conocido y muy humano de la famosa crisis de los misiles de Cuba que tuvo al mundo al borde de una guerra nuclear.
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