Dirección: Raoul Walsh.
Guión: Hal G. Evarts.
Música: Arthur Kay, Reginald Hazeltine Bassett, Peter Brunelli, Alfred R. Dalby y Jack Virgil.
Fotografía: Arthur Edeson (B&W).
Reparto: John Wayne, Marguerite Churchill, El Brendel, Tully Marshall, Tyrone Power, David Rollins, Frederick Burton, Ian Keith, Charles Stevens, Louise Carver.
Una caravana de colonos se dirige al norte de Oregón, atravesando unos cinco mil kilómetros. Breck Coleman (John Wayne) viaja como explorador, siguiendo la pista de los asesinos de su mejor amigo.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta viendo La gran jornada es que se trata de una película de 1930, cuando el cine aún estaba dando sus primeros pasos, especialmente el cine sonoro. De ahí lo maravilloso que resulta el espectáculo que nos brinda Raoul Walsh, donde demuestra su ambición y también el dominio de los elementos a su alcance.
Además, en una época en que los films sonoros recurrían a un enfoque más bien teatral, Walsh saca los bártulos al exterior y consigue un relato dinámico y fresco que anuncia los grandes logros que irá dando el cine sonoro en cuanto vaya madurando.
La gran jornada es sobre todo el relato del difícil y peligroso viaje de la caravana de peregrinos, sometidos a todo tipo de calamidades, unas por la dureza de los territorios que deben cruzar, salvando ríos, desniveles y desiertos, y otras por la presencia de indios, opuestos a dejarlos pasar por sus tierras.
Es sin duda en este apartado donde Raoul Walsh muestra especialmente su talento y nos brinda un relato épico cercano casi a un documento histórico. Destaca la magnífica ambientación, la meticulosidad con que están filmadas todas las etapas del viaje de manera que podemos casi sentir el polvo en nuestros ojos y el cansancio en nuestros huesos.
Acompañando al relato del viaje, el argumento teje una historia de venganza con el consabido romance entre el héroe, un John Wayne que afrontaba su primer gran trabajo de protagonista, y una hermosa Marguerite Churchill. A pesar de que esta parte de la historia está tratada con eficacia y aporta notables momentos de tensión y drama, es un tanto más simple que la parte del viaje, pero cumple de sobras con su cometido de aligerar y amueblar la historia del periplo.
Quizá lo que ha envejecido peor es la figura del personaje gracioso, en disputa constante con su suegra, que hoy en día resulta algo infantil.
Tampoco se libra la película de ciertas reminiscencias del cine mudo, como el uso de textos explicativos a lo largo de toda la película o la manera en que Breck sospecha de quién pudo haber matado a su amigo, mediante el recurso de un flash back directo, sin ningún tipo de elemento que lo diferencie del presente. En todo caso, son meros detalles que no empañan para nada la magnitud y la belleza de una película espectacular.
El problema fue que el film tuvo unos costes muy elevados que no se vieron acompañados por el éxito comercial, de manera que en su momento La gran jornada no tuvo el premio que habría merecido.
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