Dirección: Andrew V. McLaglen.
Guión: Harry Julian Fink y Rita M. Fink (Historia: Barney Slater).
Música: Elmer Bernstein.
Fotografía: Joseph Biroc.
Reparto: John Wayne, Gary Grimes, Neville Brand, George Kennedy, Clay O'Brien, Marie Windsor, Morgan Paull, Dan Vadis, Royal Dano, Scott Walker, Denver Pyle, Jackie Coogan.
Cuando el marshal Cahill (John Wayne) llega a Valentine con unos prisioneros descubre que el shérif y un ayudante han sido asesinados durante un robo del banco.
La soga de la horca (1973) es un western un tanto anacrónico ya que sigue los principios clásicos en una época en que parece que ya no tenían mucho sentido.
El western vivió su época gloriosa en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, con algunos títulos míticos que están en la historia del cine por méritos propios. Sin embargo, como todo en esta vida, la repetición de las mismas fórmulas produce cansancio y falta de originalidad, con lo que se hacía necesaria una nueva visión del género, algo que comenzó en los sesenta y que perdura en la actualidad. Por eso La soga de la horca es un largometraje fuera de lugar y que se ahoga en su propio inmovilismo.
El argumento es interesante en su punto de partida: los hijos del marshal Cahill, un hombre que ha luchado toda su vida por hacer respetar al ley y poner fuera de circulación a los criminales, participan en el robo a un banco en un acto de rebeldía contra lo que consideran desatención por parte de su padre, siempre ausente de casa.
El robo además está muy bien planificado, pues los atracadores están en la cárcel y solo salen de ahí para cometerlo y regresar después, con lo que tienen la coartada perfecta.
El problema de este buen arranque es el desarrollo posterior. McLaglen elige un tratamiento cercano a la comedia en muchos pasajes que resta intensidad al argumento. Además, al seguir los patrones clásicos del western sabemos de antemano el desenlace, pues los hijos de Cahill son buenos chicos que enmendarán su error, limarán asperezas con su padre y los malos recibirán el castigo que se merecen, con lo que solamente queda ver la manera en que se resuelve un conflicto cuyo final está cantado desde el principio.
Además, el problema del descontento de los hijos de Cahill por la ausencia de su padre no está planteado de manera que tenga el peso necesario.
Otro inconveniente es que Andrew V. McLaglen, hijo del conocido actor Victor McLaglen, no consigue mantener un ritmo ágil a lo largo de la película, que pasa por momentos un tanto insustanciales que debilitan el espectáculo y hacen que la película se haga un tanto larga de más.
John Wayne, que trabajó en varios westerns con este director, estaba además ya bastante mayor para el papel, a pesar de que su presencia seguía siendo importante, pero era ya menos convincente que antes.
En definitiva, un western sin nada realmente destacable que muestra sus evidentes carencias en una época en que se hacía casi obligatorio buscar nuevas maneras de expresión. Entretenida, pero muy blandita en todos los conceptos.
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