El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 1 de mayo de 2023

La soga de la horca



Dirección: Andrew V. McLaglen.

Guión: Harry Julian Fink y Rita M. Fink (Historia: Barney Slater).

Música: Elmer Bernstein.

Fotografía: Joseph Biroc.

Reparto: John Wayne, Gary Grimes, Neville Brand, George Kennedy, Clay O'Brien, Marie Windsor, Morgan Paull, Dan Vadis, Royal Dano, Scott Walker, Denver Pyle, Jackie Coogan.  

Cuando el marshal Cahill (John Wayne) llega a Valentine con unos prisioneros descubre que el shérif y un ayudante han sido asesinados durante un robo del banco.

La soga de la horca (1973) es un western un tanto anacrónico ya que sigue los principios clásicos en una época en que parece que ya no tenían mucho sentido. 

El western vivió su época gloriosa en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, con algunos títulos míticos que están en la historia del cine por méritos propios. Sin embargo, como todo en esta vida, la repetición de las mismas fórmulas produce cansancio y falta de originalidad, con lo que se hacía necesaria una nueva visión del género, algo que comenzó en los sesenta y que perdura en la actualidad. Por eso La soga de la horca es un largometraje fuera de lugar y que se ahoga en su propio inmovilismo.

El argumento es interesante en su punto de partida: los hijos del marshal Cahill, un hombre que ha luchado toda su vida por hacer respetar al ley y poner fuera de circulación a los criminales, participan en el robo a un banco en un acto de rebeldía contra lo que consideran desatención por parte de su padre, siempre ausente de casa.

El robo además está muy bien planificado, pues los atracadores están en la cárcel y solo salen de ahí para cometerlo y regresar después, con lo que tienen la coartada perfecta.

El problema de este buen arranque es el desarrollo posterior. McLaglen elige un tratamiento cercano a la comedia en muchos pasajes que resta intensidad al argumento. Además, al seguir los patrones clásicos del western sabemos de antemano el desenlace, pues los hijos de Cahill son buenos chicos que enmendarán su error, limarán asperezas con su padre y los malos recibirán el castigo que se merecen, con lo que solamente queda ver la manera en que se resuelve un conflicto cuyo final está cantado desde el principio.

Además, el problema del descontento de los hijos de Cahill por la ausencia de su padre no está planteado de manera que tenga el peso necesario.

Otro inconveniente es que Andrew V. McLaglen, hijo del conocido actor Victor McLaglen, no consigue mantener un ritmo ágil a lo largo de la película, que pasa por momentos un tanto insustanciales que debilitan el espectáculo y hacen que la película se haga un tanto larga de más.

John Wayne, que trabajó en varios westerns con este director, estaba además ya bastante mayor para el papel, a pesar de que su presencia seguía siendo importante, pero era ya menos convincente que antes.

En definitiva, un western sin nada realmente destacable que muestra sus evidentes carencias en una época en que se hacía casi obligatorio buscar nuevas maneras de expresión. Entretenida, pero muy blandita en todos los conceptos.

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