El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 20 de mayo de 2023

Suave como el visón



Dirección: Delbert Mann.

Guión: Stanley Shapiro y Nate Monaster.

Música: George Duning.

Fotografía: Russell Metty.

Reparto: Cary Grant, Doris Day, Gig Young, Audrey Meadows, Alan Hewitt, John Astin, Richard Sargent, Joey Faye, Laurie Mitchell. 

Un ligero percance hará que el millonario Philip Shayne (Cary Grant) conozca a la hermosa Cathy (Doris Day) y se proponga seducirla, aunque las cosas no saldrán como él desea.

A veces cuando no esperas gran cosa de una comedia es cuando esta te coge con la guardia baja y te sorprende. Algo así me ha sucedido con Suave como el visón (1962) y más cuando tras más de media hora constataba que la historia no terminaba de arrancar.

Y es que el comienzo de la película no es muy esperanzador y parece orientar el asunto hacia un cuento romántico moralista sobre las virtudes del matrimonio y la honradez de toda chica que se precie. Sin embargo, las cosas no serán tan sencillas y poco a poco el desarrollo de la historia nos irá mostrando que el juego es realmente más complejo y más divertido.

De entrada, Philip pretende seducir a la dulce Cathy a base de ostentación de su riqueza. Además de ofrecerle un piso amueblado a estrenar, la invita a una estancia en las Bermudas, un viaje a París, un crucero por las islas griegas y una vuelta la mundo como colofón. Y casi le sale bien el plan, como suele sucederle con otras conquistas, pero el problema es que Cathy es demasiado honesta a su manera: se siente atraída por Philip, pero su moralidad la bloquea en el momento crucial y tampoco se siente bien aceptando sus regalos o los gastos que le ha ocasionado sin que ella "diera" nada a cambio. Tal vez por ello decida aceptar finalmente las insinuaciones de Philip, aunque otra vez sus buenos deseos terminan en fiasco por culpa de un inoportuna borrachera.

Pero es en la segunda parte de la película, cuando las bases ya han sido sólidamente establecidas, cuando el guión empieza a sacar lo mejor de sí mismo. Anteriormente solamente había dado pequeños destellos, pero desde la mitad de la historia se desencadenan un aluvión de conflictos, equívocos, gags y diálogos cargados de doble sentido que nos meten en un torbellino de momentos realmente buenos.

Claro que no hay que esperar nada que se salga de lo moralmente correcto para la época y el final puede resultar demasiado convencional, dando la razón a nuestros temores iniciales de que estamos ante un cuento moralista con final feliz que se ajusta a las convenciones más conservadoras. Pero no deja de resultar comprensible este desenlace si tenemos en cuenta al año de producción y, sobre todo, el público al que seguramente se enfocaba esta comedia. De ahí que se perdonen sus intenciones poco transgresoras gracias a que como comedia el espectáculo ha sido original, fresco y con giros realmente inteligentes e inesperados.

Aunque es cierto que a muchos espectadores les puede resultar de un cursi imposible, una especie de Barbie puritana, creo que Doris Day es la actriz perfecta para este tipo de papeles y me parece que se subestima su talento en función del tipo de personajes que solía encarnar, en cierto modo como le pasaba a Marilyn Monroe con sus papeles de rubia tonta, salvando las distancias, pues Monroe era infinitamente mejor actriz. De Cary Grant poco se puede descubrir a estas alturas, si bien su trabajo aquí no figurará entre sus actuaciones más reseñables.

En conjunto, Suave como el visón es una comedia romántica no exenta de muy buenos momentos, deudora de su época, pero que finalmente es mejor de lo que me esperaba.

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