El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 15 de mayo de 2023

Fuego en el cuerpo



Dirección: Lawrence Kasdan.

Guión: Laurence Kasdan.

Música: John Barry.

Fotografía: Richard H. Kline.

Reparto: William Hurt, Kathleen Turner, Richard Crenna, Ted Danson, J. A. Preston, Mickey Rourke, Jane Hallaren, Lanna Saunders, Michael Ryan, Larry Marko.

Ned Racine (William Hurt), un abogado mediocre y todo un conquistador, conoce a una atractiva mujer, Matty (Kathleen Turner), y queda prendado de ella al instante.

Impresionante debut en la dirección del guionista de El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980) o En busca del Arca perdida (Steven Spielberg, 1981), Fuego en el cuerpo (1981) da una vuelta de tuerca al cine negro sin salirse de sus líneas maestras. 

Así, siguiendo la tradición marcada por Perdición (Billy Wilder, 1944) o El cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946), cuyos argumentos recuerda inevitablemente, Lawrence Kasdan teje una historia de asesinatos y engaños que funciona como un reloj suizo.

El primer detalle realmente inteligente es que no conocemos en verdad a Matty hasta el último instante, incluso que en realidad asumió ese nombre para maquinar su diabólico plan, así que como espectadores participamos exactamente del mismo asombro que Ted a medida que descubre que hacía años que Matty había concebido el plan y también que lo había elegido a él porque no es muy inteligente. Y es que Ted es un perdedor de libro, como le advierte su amigo, siempre la pifia por pequeños detalles aunque ahora no es que lo estropee por un error suyo, sino por ser víctima de una de las mujeres fatales más escalofriantes del género.

El segundo elemento importante es la carga erótica de la cinta, con muchos momentos en que los protagonistas están desnudos y que provocó un pequeño escándalo en el momento del estreno. Lógicamente, en 1981 este tipo de escenas ya no podían evitarse, como antaño, aunque aquí cobran mucho más protagonismo del esperado al tratarse de cine negro, no erótico. En todo caso, este detalle respondía a una tendencia de esa década, como demuestran películas como la nueva versión de El cartero llama dos veces (1981) de Bob Rafelson o 9 semanas y media (Adrian Lyne, 1986).

Kathleen Turner además emanaba un erotismo de altos vuelos, siempre elegante y con cierto aire de misterio. Casaba muy bien realmente con un William Hurt algo apocado, un juguete en sus manos, incluso cuando ya ha descubierto la traición de Matty.

Acorde con los nuevos tiempos y un enfoque para nada moralista, en Fuego en el cuerpo se castiga la torpeza de Ted, su ambición sin talento; pero la malicia, la mente calculadora y tremendamente fría de Matty no sufren castigo, sino que se sale con la suya, un desenlace mucho más acorde con el personaje de Kathleen Turner y los nuevos tiempos.

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