Dirección: Dome Karukoski.
Guión: David Gleeson y Stephen Beresford.
Música: Thomas Newman.
Fotografía: Lasse Frank Johannessen.
Reparto: Nicholas Hoult, Lily Collins, Tom Glynn-Carney, Patrick Gibson, Craig Roberts, Colm Meaney, Genevieve O'Reilly, Harry Gilby, Mimi Keene, David Puckridge, Derek Jacobi.
Mientras está en el frente buscando a un amigo, durante la Primera Guerra Mundial, John Ronald Tolkien (Nicholas Hoult) recuerda su infancia, su adolescencia y sus años en Oxford.
Hacer una película biográfica a menudo no suele dar grandes resultados, pues el guión suele estar más pendiente de relatar acontecimientos que de penetrar en el alma del protagonista y el resultado suelen ser películas muy largas y algo pesadas en el desarrollo. Hay excepciones, como la genial Amadeus (Milos Forman, 1984).
Sin embargo, con Tolkien (2019) Dome Karukoski ha logrado crear una película realmente emotiva y conmovedora, quizá porque no ha seguido las reglas del género a rajatabla y ha preferido contarnos una hermosa historia de amistad y de amor que podría pertenecer a cualquiera, aunque en este caso se llame Tolkien.
El relato de Dome Karukoski es realmente brillante en su puesta en escena: decorados, música, iluminación, gusto por crear imágenes hermosas, ritmo pausado, delicados movimientos de la cámara para realzar lo narrado... todo es sublime, de un gusto exquisito. Pero de nada habría servido todo este despliegue de sensibilidad si el contenido no hubiera estado a su altura. Pero lo está. Incluso algunos pasajes superan la puesta en escena en la belleza de lo que cuentan y en cómo lo hacen, porque uno de los méritos del director reside en dotar a los momentos importantes de una profundidad emocional genuina con una total simplicidad. Y es que no se necesita mucho más cuando lo que se cuenta tiene verdadero calado humano. Y Tolkien lo tiene.
La escena de la muerte de la madre (Genevieve O'Reilly), perfecta en su sencillez y su intensidad, sería el ejemplo perfecto de la sensibilidad de Dome Karukoski en su puesta en escena. Lo mismo que el momento en que Tolkien y Edith (Lily Collins) juegan y bailan mientras escuchan una ópera entre bastidores y finalmente se besan. Pero no son momentos aislados, toda la película destila esa sensibilidad para contar una bonita historia de camaradería, complicidad, sueños y amor.
Los pasajes de la vida del joven escritor ilustran detalles que influirán en su obra y se verán reflejados en sus libros, como la amistad con sus tres compañeros de colegio o su relación con Edith. Son detalles que cuentan a la hora de narrar una biografía pero, aunque no hubieran tenido relación con su obra, su belleza intrínseca los hace ya valiosos de por sí y eso es lo que finalmente diferencia a esta película de otras del género, lo que la hace diferente y valiosa, por lo que cuenta, independientemente de la persona de quién lo cuenta.
Sin duda, una biografía que merece la pena, no por el personaje ni sus méritos, sino sobre todo porque estamos ante cine del bueno.
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