El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 27 de mayo de 2023

Barry Lyndon



Dirección: Stanley Kubrick.

Guión: Stanley Kubrick (Novela: William Makepeace Thackeray).

Música: Leonard Rosenman.

Fotografía: John Alcott.

Reparto: Ryan O'Neal, Marisa Berenson, Patrick Magee, Hardy Kruger, Gay Hamilton, Godfrey Quigley, Steven Berkoff, Marie Kean, Murray Melvin, Frank Middlemass, Leon Vitali, Leonard Rossiter.

Redmond Barry (Ryan O'Neil), un joven irlandés de origen humilde, ha de abandonar su casa tras batirse en duelo con John Quin (Leonard Rossiter), pretendiente de su prima Nora (Gay Hamilton), de la que Redmond está enamorado. Comienzan así una serie de peripecias que llevarán al joven a participar en la Guerra de los Siete Años.

Barry Lyndon (1975) no figura entre las mejores películas del director, si bien conserva las señas de identidad de Kubrick en un perfeccionismo exhaustivo.

El relato del ascenso y caída del protagonista es técnicamente impresionante y recoge la obsesión del director por la exactitud de los detalles, estudiando cuadros de la época en que transcurre la película para que el vestuario fuera lo más fiel posible.

Esta obsesión artística le llevó también a estudiar a pintores como Thomas Gainsborough o John Constable para reproducir exquisitos paisajes dominados por unos cielos impresionantes que recuerdan a alguna de sus pinturas. Ese afán por dotar a la cinta de un aspectos pictóricos también le llevó al uso del zoom, de manera que desde un primer plano nos lleva a un plano general que parece sacado de un cuadro.

Pero esa obsesión por cuidar cualquier mínimo aspecto de la producción hizo que Kubrick filmara con la ayuda solamente de velas y luz natural muchas escenas, todo un esfuerzo técnico, llegando incluso a utilizar velas hechas con cera de abeja, como se usaban en el siglo XVIII.

El resultado es un film brillante visual y estéticamente, pero a costa de dotar a la narración de una frialdad algo excesiva, apoyada también por esa lentitud con la transcurren las escenas, donde el director se recrea en su obsesión por poblar la historia de imágenes hermosas.

Quedan, por lo tanto, los personajes en un nivel inferior, sin alcanzar quizá la profundidad deseada, aunque eso no impide que algunos momentos de la historia tengan una fuerza dramática importante, como los duelos, pero dentro de un conjunto marcado por ese tono un tanto impersonal.

Otro detalle curioso es el uso de un narrador que nos va anticipando los acontecimientos más importantes en la vida de Barry Lyndon. Este detalle tiene sus pros y sus contras. A su favor, está el hecho de que es un recurso elegante que le da un tono profético y trágico a la historia del protagonista; por contra, al anticipar algunos sucesos se pierde la sorpresa, pues sabemos lo que va a suceder.

Atención también a la banda sonora, con obras clásicas de Haendel o Schubert y la maravillosa "Women of Ireland" de The Chieftains.

Aún reconociendo los méritos de una película tan ambiciosa, a Barry Lyndon le falta mayor calado humano en la historia. A veces tenía la sensación de irrealidad, de que lo contado era sencillamente una fábula; me costaba meterme en las vicisitudes de los protagonistas y lo achaco a esa falta de profundidad de la historia, con cierto toque irreal que también aporta la voz del narrador, sumado a la frialdad con que el director expone los acontecimientos.

De siete nominaciones, la película se hizo finalmente con cuatro Oscar: fotografía, dirección artística, banda sonora y vestuario, es decir, los elementos en los que el director se empeñó en que fueran perfectos, todos técnicos.

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