El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 6 de mayo de 2023

Serenata nostálgica



Dirección: George Stevens.

Guión: Morrie Ryskind. 

Música: W. Franke Harling.

Fotografía: Joseph Walker (B&W).

Reparto: Irene Dunne, Cary Grant, Beulah Bondi, Edgar Buchanan, Ann Doran, Eva Lee Kuney, Leonard Willey, Wallis Clark.

Julie (Irene Dunne) ha decidido dejar a Roger (Cary Grant), su marido, convencida de que ya no se necesitan, y mientras espera para acudir a la estación del tren, escucha los discos que han marcado su vida y recuerda.

Serenata nostálgica (1941) es un conmovedor drama sobre las consecuencias para los padres de la pérdida de una hija. Sensible y emotiva, la película suponía la tercera colaboración de la pareja protagonista, tras La pícara puritana (Leo McCarey, 1937) y Mi mujer favorita (Garson Kanin, 1940).

Aunque el comienzo de la historia es ligero, con el romance de Julie y Roger, que queda prendado de ella nada más verla en la tienda de discos, lo que le lleva a comprar una buena cantidad para poder estar a su lado, en realidad la historia es un drama bastante duro sobre las desgracias que le suceden a la pareja protagonista en cuanto deciden tener un hijo. Primero, con el aborto de Julie, que además la deja incapacitada para tener más hijos, y después con la muerte de la niña que finalmente habían adoptado, no sin muchas dificultades, pues la situación financiera de Roger casi les cuesta perder la custodia.

George Stevens demuestra que sabe enfocar el drama con muy buen pulso y logra algunos momentos en los que realmente consigue que vivamos el dolor de los padres como si fuera algo personal. El problema es que algunas escenas en la parte central resultan poco fluidas, como los primeros momentos del bebé adoptado en casa. Entiendo que la intención es hacernos comprender los miedos y dudas de Julie y Roger a la hora de cuidar a la niña, pues no tienen idea ni de los cuidados más elementales, a lo que se suma el nerviosismo y el miedo a hacer algo mal, pero es evidente que esos momentos carecen de ritmo y resultan demasiado largos.

Tampoco el recurso de los discos que llevan a Julie a recordar etapas importantes de su vida me pareció muy interesante; es cierto que resulta curioso, pero quizá el volverse tan repetitivo termina por quitarle eficacia.

En cambio, Cary Grant está soberbio, logrando incluso estar nominado al Oscar, que finalmente fue a parar a Gary Cooper por El sargento York (Howard Hawks, 1941), y lo mismo podemos decir de Irene Dunne, una actriz bastante olvidada, tal vez por su pronta retirada del cine en 1952, pero con un gran talento, como lo demuestra que estuvo cinco veces nominada al Oscar a la mejor actriz. Curiosamente, en su vida real también fue madre adoptiva de una niña.

Seguramente faltan elementos para que Serenata nostálgica tuviera más peso específico puesto que, aunque sin grandes defectos en su conjunto, también es cierto que no logra ser un film redondo. Aún así, es de esas películas del período clásico que con sus defectos demuestran una manera de hacer cine que ya quisieran para sí muchas producciones actuales.

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