El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 25 de mayo de 2023

Juntos, nada más



Dirección: Claude Berri.

Guión: Claude Berri (Novela: Anna Gavalda).

Música: Frédéric Botton.

Fotografía: Agnès Godard.

Reparto: Audrey Tautou, Guillaume Canet, Laurent Stocker, Françoise Bertin, Hélène Surgère, Firmine Richard, Magalie Madison.

Camille (Audrey Tautou), que trabaja en una empresa de limpieza, un día conoce a Philibert (Laurent Stocker), su vecino, y comienzan una relación de amistad que hace que Camille termine viviendo en el piso de Philibert, donde también reside su amigo Frank (Guillaume Canet).

Acostumbrados a películas románticas que suelen caer en excesos con facilidad, se agradece una propuesta un poco sensata como Juntos, nada más (2007). No es una gran película, pero al menos es sincera en sus planteamientos.

Juntos, nada más no ofrece nada realmente sorprendente, sino que es una sencilla historia de amistad y amor entre personas a las que no les va demasiado bien en la vida, pero que apoyándose mútuamente consiguen hacer un poco mejor sus vidas.

Camille trabaja de limpiadora, aunque se adivina que no es su vocación y que hace ese trabajo resignada. Es una mujer solitaria que no parece tener muchas ilusiones. Su vecino Philibert proviene de una familia noble, pero él es precisamente la oveja negra, con un trabajo banal, viviendo de prestado en un piso que pronto se venderá y con una gran inseguridad en sí mismo. El tercero en discordia es Frank, cocinero. Vive con Philibert y no es feliz. Además, le toca ocuparse de su abuela Paulette (Françoise Bertin), convaleciente, con lo que prácticamente no tiene ni un minuto libre a la semana, entre el trabajo y visitar a su abuela.

Después de que Camille invite a cenar a Philibert, entre ambos surge una incipiente amistad. Son dos personas con problemas, necesitados de atención y afecto, que parecen confortarse. Así que, cuando Camille enferma, Philibert se la lleva a su piso para cuidarla. Algo que no le gusta demasiado a Frank, al menos al principio.

Así que Juntos, nada más se limita a mostrarnos la vida de esas personas, cómo se van apoyando, conociéndose, aceptándose y queriéndose. No se trata de una gran comedia ni de un drama, es un poco un retazo de la vida de personas con problemas para relacionarse, para ser felices. Nada que no hayamos conocido nosotros, que no hayamos experimentado: problemas de trabajo, de pareja, de inseguridad.

El acierto de Claude Berri es afrontar el relato con absoluta normalidad, sin excesos de ningún tipo. Incluso su cámara se vuelve invisible, de manera que la historia se muestra con tal naturalidad que a menudo olvidamos que la cámara está ahí, que hay una elección de planos, de cortes. 

Es verdad que esta naturalidad penaliza la emoción. El relato carece de momentos fuertes, de garra; incluso con la muerte de Paulette, una escena contada con tal sencillez que no provoca apenas ninguna emoción. Sin duda, habrá quienes vean en ello un defecto, pero creo que tal y como está enfocada la película desde el principio este tratamiento resulta del todo consecuente y evita también sentimentalismos que a veces empañan la historia.

Maravillosas actuaciones de los cuatro protagonistas, especialmente Laurent Stocker, un actor que me ha sorprendido gratamente. Audrey Tautou, como siempre, explota con eficacia su increíble mirada, si bien su trabajo, en líneas generales, resulta algo apagado.

Un film, en resumen, que parece honesto en la presentación de los personajes y sus vidas. No tiene realmente nada de excepcional, pero en su normalidad resulta gratificante al menos.

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