El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 22 de mayo de 2023

Cuento de Navidad



Dirección: Brian Desmond-Hurst.

Guión: Noel Langley (Novela: Charles Dickens).

Música: Richard Addinsell.

Fotografía: C. Pennington-Richards (B&W).

Reparto: Alastair Sim, Kathleen Harrison, Mervyn Johns, Hermione Baddeley, Michael Hordern, George Cole, John Charlesworth, Francis de Wolff, Rona Anderson, Michael Dolan, Clifford Mollison.

Ebenezer Scrooge (Alastair Sim) es un avaro prestamista que odia la Navidad y todo lo que representa, por lo que siempre pasa solo esas fiestas que se niega a celebrar.

Es verdad que si pensamos en películas navideñas, el número uno estaría asegurado para ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), pero el relato de Charles Dickens, en alguna de sus mejores adaptaciones, entre las que se encuentra este Cuento de Navidad (1951), sin duda optaría a un puesto de honor.

La cinta de Brian Desmond-Hurst posee todas las virtudes de las producciones de la época, aunque el paso del tiempo también se deja notar en sus costuras.

La sencillez del planteamiento se nota en un ataque directo a la esencia del relato, sin pérdida de tiempo en adornos o rodeos innecesarios. Así, la presentación de Scrooge es rotunda y precisa, sin dejar el mínimo lugar a la duda. Un hombre egoísta, sin escrúpulos y sin la mínima empatía por el prójimo. Solo vive para ganar dinero y todo lo que no esté supeditado a ese fin es despreciado por él. De ahí que la Navidad represente una pérdida de tiempo y de dinero que ni se plantea celebrar.

Sin embargo, justo en ese día tan señalado recibirá la visita de tres espíritus, el de las Navidades pasadas, el de las presentes y el de las futuras y su vida cambiará.

El primer espíritu (Michael Dolan) le llevará a visitar su vida y cómo fue cambiando su espíritu, golpeado por las desgracias, hasta convertirlo en lo que es actualmente, perdiendo sus nobles sentimientos. El segundo espíritu (Francis de Wolff) le muestra cómo disfrutan la navidad las personas de buen corazón, compartiendo su alegría y su cariño y deseando el bien a todo el mundo. Con el tercer espíritu verá el que puede ser su destino: la soledad y el desprecio, una muerte solitaria.

Gracias a estas visitas, finalmente Scrooge reconoce sus errores pasados y presentes y dará al fin un cambio a su vida.

El acierto de Desmond-Hurst es exprimir con habilidad la fotografía en blanco y negro para darle un tono tétrico al relato, apoyándose también en sonidos inquietantes y la expresividad de Alastair Sim, un sólido actor de teatro y de cine que encarna a la perfección al avaricioso protagonista.

Es verdad que los efectos especiales pueden resultar algo simples en la actualidad, pero incluso así hay que reconocer lo acertados que resultarían para la época y aún mantienen su poder de intimidación a pesar de su simplicidad.

El conjunto resulta pues muy sugestivo, con tintes de terror en algunos momentos, y donde el mensaje se manifiesta con total claridad. En este sentido, es evidente que los buenos son absolutamente angelicales y el señor Scrooge parece excesivamente malvado, pero no hemos de olvidar que estamos en un cuento y por lo tanto estas simplificaciones están más que justificadas.

Cuento de Navidad mantiene por lo tanto toda su validez y a pesar del tiempo transcurrido es de esas propuestas en las que su esencia permanece inmune al paso del tiempo. Muy recomendable.

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