Dirección: Stefano Sollima.
Guión: Taylor Sheridan.
Música: Hildur Guõnadóttir.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Reparto: Benicio del Toro, Josh Brolin, Isabela Moner, Catherine Keener, Matthew Modine, Jeffrey Donovan, Elijah Rodríguez, David Castañeda, Manuel García-Rulfo.
Tres musulmanes se suicidan en Kansas City provocando una matanza. El gobierno de los Estados Unidos averigua que entraron a través de México y ordena una operación contra los cárteles que controlan el tráfico ilegal de inmigrantes en la frontera.
Secuela de Sicario (Denis Villeneuve, 2015) y que se completará en 2024 con Sicario: Capos, Sicario: El día del soldado (2018) es un film de acción pura y dura donde el argumento deja de ser un factor esencial para servir de mero soporte a una historia de mucha violencia.
Al comprobar que los musulmanes que están entrando en el país lo hacen a través de México, aprovechando el tráfico de personas controlado por los cárteles mexicanos, el gobierno de Estados Unidos planea provocar un enfrentamiento entre diferentes bandas de narcotraficantes para debilitarlas y poder luchar contra ellas más fácilmente. Para ello, la idea es secuestrar a la hija de un capo haciéndole creer que es obra de sus enemigos y que estalle la guerra. Pero algo sale mal y el gobierno americano decide cancelar toda la operación sacrificando a quién haga falta con tal de limpiar la zona.
Visualmente, la película resulta impecable logrando hacernos sentir el calor y casi saborear el polvo del desierto gracias a una fotografía muy cuidada. Además, las escenas de acción son contundentes y cada disparo parece golpearnos también a los espectadores con fuerza sin necesidad tampoco de recrearse especialmente en los detalles más macabros, salvo lo meramente indispensable. Pero el buen hacer de Stefano Sollima también se evidencia en la tensión con que nos lleva al tramo final, donde con la ayuda de una banda sonora muy potente nos mantiene sin pestañear cuando llega la hora de ajustar cuentas.
Sin embargo, hay un detalle en el que la película no es capaz de seguir con el tono sombrío de la primera y es a la hora de separar a buenos y malos. Mientras que en Sicario la línea entre ambos era incierta, aquí parece que el guión cede a ciertas componendas morales y, a pesar de afirmarse que se va a jugar sucio, la verdad es que siempre se remarca que los americanos solamente responden cuando son atacados y cuando llega la hora de obedecer ciertas órdenes tajantes, tanto Alejandro (Benicio del Toro) como Matt Graver (Josh Brolin) se vuelven compasivos y desobedecen a sus superiores. En el fondo, se trata de algo imprescindible, pues matar a una chica de quince años (Isabela Moner) hubiera sido éticamente inadmisible, lo mismo que resultaría muy dudoso que Matt matara a Alejandro.
Pero queda claro, de todos modos, la diferencia con una primera entrega con muchas menos componendas moralizadoras.
En el reparto, de nuevo destacar el gran trabajo de Benicio del Toro que encarna a un tipo duro con una eficacia que te hiela la sangre. Josh Brolin tiene un papel más pensado para la galería, pero su interpretación resulta igualmente muy convincente.
Quizá el desenlace, con la charla que van a tener Alejandro y el joven Miguel (Elijah Rodríguez) resulta demasiado forzado para avisarnos de una tercera parte, pero en todo caso tampoco influye para nada en una historia cruda y muy violenta que cumple con solvencia con su cometido dejando, eso sí, el argumento reducido a la mínima expresión.
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