Dirección: Alex Garland.
Guión: Alex Garland.
Música: Ben Salisbury y Geoff Barrow.
Fotografía: Rob Hardy.
Reparto: Domhnall Gleeson, Alicia Vikander, Sonoya Mizuno, Oscar Isaac.
Caleb Smith (Domhnall Gleeson) es un programador de la multinacional Bluebook. Un día descubre que ha ganado un concurso que le permite disfrutar de una semana de vacaciones en la residencia del jefe de la empresa, Nathan Bateman (Oscar Isaac).
La ciencia ficción en su vertiente seria, no en la de mero espectáculo de aventuras, siempre planteó dilemas muy interesantes sobre el futuro de la humanidad o los peligros de las investigaciones científicas descontroladas. Básicamente se suele plantear una especie de variante de la historia bíblica de Adán y Eva que, comiendo el fruto del árbol de la ciencia, perdieron el paraíso. Si vamos demasiado lejos con los experimentos, podríamos arrepentirnos. Un lejano precedente lo tendríamos en El doctor Frankenstein (Charles D. Hall, 1931), por ejemplo.
Ex Machina (2014) da vueltas en torno a esta cuestión en relación a la inteligencia artificial, donde el peligro está en un desarrollo tal que las máquinas lleguen a mirarnos por encima del hombro, como seres superiores y pongan en peligro la existencia misma de la raza humana. Pero también la película plantea un tema similar al que veíamos en la genial Blade Runner (Ridley Scott, 1982), sobre el deseo legítimo de un robot de querer vivir todo el tiempo posible, su rechazo de la muerte, lo que los acerca mucho a los hombres.
Pero el verdadero punto fuerte de Ex Machina es el guión tan preciso que ha elaborado Alex Garland, capaz de crear una historia apasionante con los mínimos elementos indispensables. El argumento juega con el espectador, le lleva de la mano hacia dónde quiere de una manera tan precisa que no podemos decir que se trate de un film tramposo, sino sencillamente de una intriga ingeniosa, astuta y maravillosamente expresada por un debutante en la dirección que sin embargo se maneja como un experto.
La belleza plástica de Ex Machina es sorprendente, tanto cuando se recrea en unos paisajes de ensueño como cuando nos muestra las creaciones de Nathan o la fabulosa mansión en la que se ha refugiado. Además, los diálogos son realmente inteligentes y profundos, de manera que todas las cuestiones morales acerca de la creación de inteligencias artificiales o relativas a la condición humana, sus deseos o sus motivaciones no son meras frases rutinarias para salir del paso, sino que plantean interesantes reflexiones y ofrecen puntos de vista muy serios sobre la vida, tanto de los hombres como de las máquinas.
Atención también al trabajo de los cuatro actores de la película, especialmente de la increíble Alicia Vikander, con esa ternura y esa dulzura capaces de desarmar a cualquiera, sin duda la elección perfecta para su papel.
No se puede desvelar nada sobre el argumento, pues estropearíamos irremediablemente la experiencia maravillosa de quién ve la película por vez primera, pero sin duda es una de las cintas más interesantes y sorprendentes que he visto en mucho tiempo. Merece figurar entre ese pequeño grupo de obras de referencia del género y sin duda se convertirá en un clásico. Imprescindible.
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