El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 14 de abril de 2010

1408


Basada en un relato de Stephen King, 1408 (Mikael Hafström, 2007) tiene un arranque excelente, que nos intriga y nos va llevando de la mano hacia las entrañas de la historia, pero el tema se va agotando y la trama comienza a caer en lo obvio y la repetición hasta agotarse sin más.

Mike Enslin (John Cusack) es un conocido escritor de novelas de terror que, sin embargo, no cree en fantasmas ni fenómenos paranormales. A lo largo de los años, se ha dedicado a desmontar falsedades y creencias sin base. Así que, cuando recibe una postal donde se le indica que no debe hospedarse en la habitación 1408 del Hotel Dolphin de Nueva York, de terrible fama, toma la decisión de pasar allí una noche para demostrar que no hay nada anormal en dicha habitación.

1408 no es un film demasiado original, desde luego. Al principio la historia nos intriga y parece que nos deparará algo interesante. Las terribles advertencias del gerente del hotel (Samuel L. Jackson) y los primeros minutos del escritor en la habitación prometen una historia aterradora y cautivadora. Pero, por desgracia, no se llegan a cumplir todas las promesas: la cinta se vuelve algo monótona y pronto nos convencemos que la parte central del film se va a limitar a amagos y sustos y poco más. La única esperanza que queda, a partir de entonces, es un desenlace digno que nos deje un buen sabor de boca. Pero de nuevo la cinta cae en lo banal y se resuelve en dos fases, a base de engañarnos torpemente, para no aportar realmente nada que eleve el nivel de la historia.

Es de agradecer, sin embargo, que no se abuse de lo macabro, como suele suceder en la mayoría de las películas del género, sino que se busca la tensión y la angustia hurgando en los miedos del protagonista. Protagonismo que recae exclusivamente en un muy bueno John Cusack, ya que la presencia de Samuel L. Jackson, o de cualquier otro de los actores que aparecen en la película, es meramente anecdótica. El mérito de Cusack es, por tanto, manifiesto, pues en el solito recae todo el peso y la credibilidad de la historia.

Nada pues del otro mundo en una historia que da la impresión que hubiera podido dar más de sí y que, desgraciadamente, se dejó caer en lo predecible y banal.

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